(Sección especialmente dedicada a los Apóstoles de la Divina Misericordia)

Actualizado el lunes 15/ABR/24

Fragmento del Diario de Santa Faustina Kowalska,
"La Divina Misericordia en mi alma", con comentario

La obediencia

105  Sin embargo, en todos estos sufrimientos y combates no abandoné la Santa Comunión.  Cuando me pareció que no debía recibirla, entonces iba a ver a la Maestra y le decía que no podía ir a la Santa Comunión, que me parecía que no debía recibirla.  Sin embargo ella no me permitía abandonar la Santa Comunión; y yo iba a recibirla, y me daba cuenta de que solo la obediencia me había salvado.  La Maestra misma me dijo después que “estas experiencias habían pasado pronto solamente porque usted, hermana, fue obediente.  [Fue por] el poder de la obediencia que usted pasó tan valientemente [la prueba].”  Es verdad que el Señor mismo me liberó de este suplicio, pero la fidelidad a la obediencia le agradó. 

Comentario: 

Cuando el alma se encuentra en estos sufrimientos, cree que es indigna de acercarse a la Santa Eucaristía. Le parece que está en pecado y que recibir la comunión aumentará el enojo de Dios para con ella. Pero hay que obedecer al confesor o director espiritual y no dejar la Comunión que es lo que más ayuda al alma en estos combates. Por eso dice la Escritura que “el hombre obediente cantará victoria”. Nosotros siempre debemos ser obedientes, pero más en estos casos en que la única tabla de salvación para salir de este estado es ser obedientes a nuestro director. Pero aunque nunca Dios nos envíe estas pruebas, también puede sucedernos que no queramos acercarnos a la comunión porque nos parece que estamos en pecado grave. Hay que entender que si estamos en duda si estamos en pecado o no, debemos seguir comulgando. Sólo no debemos recibir la Eucaristía si estamos convencidos plenamente de que hemos cometido un pecado grave, entonces debemos confesarnos cuanto antes y seguir recibiendo la comunión que es el Pan de los Fuertes y el Vino que engendra vírgenes.

Jesús, en Vos confío.

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