Evangelio del día

martes 30/SEP/25 

Lc 9, 51-56. 

Paciencia. 

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?”. Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. 

Reflexión: 

Dios tiene paciencia con los hombres y no quiere castigarlos porque desea su salvación, que tengan tiempo para convertirse y salvarse. En cambio aquí los discípulos quieren hacer caer fuego del cielo y consumirlos. El Señor los reprende severamente.

Que no nos suceda esto también a nosotros, discípulos de Cristo, que a veces con nuestra impaciencia e intransigencia queremos convertir por la fuerza a los hombres y no tenemos paciencia con las debilidades de los hermanos.

Aprendamos de la paciencia de Dios, incluso pensemos cuánta paciencia nos ha tenido Dios a nosotros que, de una vida de pecado nos ha rescatado y llevado a la luz. También Dios tiene paciencia con los que están en el error, porque sabe que muchos de ellos llegarán a convertirse y serán grandes apóstoles del Reino.

Cuántas veces a nosotros nos pasa que quisiéramos también exterminar a los contrarios a Cristo. Pero debemos saber que los malos están en el mundo para probar a los justos, y entonces, si los soportamos, ellos mismos nos ayudan a santificarnos.

Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de no ser arrebatados y no buscar hacer justicia inmediata, porque Dios es paciente. Pongámonos en lugar de esos infelices y pensemos cómo nos gustaría que Dios y los hermanos actuaran con nosotros, y entonces actuemos de la misma manera con ellos.

Jesús, María, os amo, salvad las almas.

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