Actualizada el lunes 3/AGO/15 (Segunda entrega)
Defectos del apóstol
No desanimar a ninguno.
Las almas están maltrechas por el demonio, el mundo y la carne, y si nosotros, en lugar de ayudarlas, las tratamos dura y bruscamente, no estamos haciendo bien, porque ya dice el profeta citado por el mismo Evangelio, que el Cristo no apagaría la mecha humeante ni quebraría la caña cascada.
Así tenemos que hacer nosotros en el apostolado, ser indulgentes y buenos, amorosos con todos, dando coraje y no aplastando a las almas, porque ellas nos necesitan para subir y no para bajar, nos necesitan para volver a tener confianza en sí mismas y en Dios, y echarse a volar en los caminos de Dios.
Así que un defecto del apóstol es exigir más de la cuenta, no moderar sus ímpetus apostólicos y su celo y ardor, que muchas veces se convierte en una tortura para las almas, que se ven muy lejos de lo que Dios quiere de ellas, y así terminan por desanimarse y claudicar.
El apóstol aprenderá esto con el tiempo, porque es una gran verdad que en los principios del apostolado se suele hacer más mal que bien. Y le servirá mucho al apóstol sus propias caídas, para que se haga con un corazón compasivo y misericordioso, de modo que palpe en sí mismo lo frágil que es la naturaleza humana, y así se haga un gran maestro de las almas, porque ha aprendido en su propia vida lo que significa estar caído y tener que echar a andar, echar a volar en el bien.
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