Actualizada el lunes 3/AGO/15 (Segunda entrega)
Frutos del apostolado
No los veremos.
¡Ay de quien es apóstol y quiere ver los frutos de su trabajo para seguir adelante! Muy pronto se desanimará, porque Dios no suele mostrar a su servidor todo el bien que realiza.
Por eso trabajemos y no desmayemos, que el fruto lo palparemos en el Cielo, donde el Señor nos mostrará ya sin velos todo el bien que hemos realizado, con su ayuda.
Porque si Dios nos mostrara todos los frutos que logramos en este mundo, quizás nos podría venir soberbia y orgullo, y es por ello que Dios, que odia la soberbia, nos esconde gran parte de los frutos copiosos que obtenemos cuando hacemos buenas obras y evangelizamos, aunque de vez en cuando nos muestra algún fruto como para que tomemos envión y sigamos adelante.
No esperemos a ver frutos para continuar, ni esperemos tampoco que los hombres nos agradezcan en este mundo, sino esperemos todo lo contrario: que nos desprecien y sean desagradecidos con nosotros, porque “no saben lo que hacen ni lo que dicen”, como lo ha dicho el Señor desde la Cruz perdonando a todos. Ya llegará la eternidad donde a cada uno se le dará lo suyo, y recibiremos el galardón de parte de Dios, pero también el abrazo agradecido de los hombres a quienes ayudamos a salvarse.
Y recordemos una cosa de capital importancia: que Dios no premia tanto por los frutos obtenidos, sino por el trabajo, el esfuerzo y el amor puestos en la obra. Que si después la obra apostólica queda sin frutos, no por ello Dios dejará de premiarnos, y con creces.
Así que no miremos los resultados, sino continuemos imperturbables, haciendo el bien, realizando apostolado, porque grande es el premio en la eternidad.
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