Hacer lo que debemos hacer. El Señor nos ha dicho en su Evangelio que quiere que estemos siempre en vigilante espera de su venida, es decir, que estemos siempre haciendo lo que debemos hacer y no otra cosa. Porque la santidad no consiste en hacer penitencia, o en rezar, o en meditar, etc., sino que consiste en realizar en cada momento lo que Dios quiere, lo que debemos hacer, nuestro deber, lo que nos dice la razón iluminada por la fe. Si hay que rezar, rezaremos; y si hay que hacer penitencia, la haremos. Pues si hacemos muchas cosas por nuestra cuenta, sin consultar con la voluntad de Dios y lo que la realidad nos manda en ese momento, entonces nos sucederá como dijo muy bien San Juan Bosco en esta frase magistral: “Hace mucho el que hace poco, pero hace lo que debe. No hace nada el que hace mucho, pero no hace lo que debe hacer”. Una vez un santo sacerdote preguntó a un grupo de jóvenes que estaban divirtiéndose, ¿qué harían si un ángel les anunciara que dentro de un momento morirían? Enseguida uno de ellos respondió que iría a confesarse inmediatamente, otro de ellos dijo que pasaría ese tiempo a los pies del tabernáculo. Pero uno de ellos, dijo que él seguiría divirtiéndose. Éste último dio la respuesta de un santo, porque estaba haciendo lo que Dios quería que haga en ese momento. Ojalá nosotros también podamos hacer lo mismo y estar siempre preparados, haciendo en cada momento lo que debemos hacer y no otra cosa. Pues como decíamos al principio la santidad no consiste en rezar mucho, o hacer muchas buenas obras, o penitencias, sino en hacer lo poco o mucho que Dios quiere. Y esta voluntad la conocemos en la oración y por las mismas circunstancias que la vida nos va presentando.
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