La fe se prueba en el dolor. 

Es relativamente fácil creer cuando todo nos va bien, cuando los días se van sucediendo unos a otros de forma tranquila y sin sobresaltos. Pero cuando sobreviene la desgracia y las cosas no nos salen como pensábamos, e incluso parece que todo nos sale al revés, es entonces ahí donde se prueba nuestra fe. Y si a pesar de todo, seguimos creyendo en Dios, seguimos confiando en Él, en su amor por nosotros, entonces sí que nos hacemos adultos en la fe, y merecemos premio del Señor.

Los ángeles y los santos contemplan maravillados a estos hombres y mujeres que en medio de mil tribulaciones saben seguir creyendo en Dios.

Pero si además, estas personas no sólo creen en Dios, sino que transmiten la fe y son ayudas para sus hermanos desanimados, ahí sí que se elevan a gran altura en el camino escarpado de la santidad.

Ya nos dice San Pablo que quien esté seguro, cuide de no caer, y que no hagamos alarde de nuestra fe, porque todavía no hemos derramado la sangre por Cristo y por el Evangelio.

Así que roguemos a Dios que nos ayude a tener esa fe fuerte que es ayuda en el camino de la vida, que es una luz en medio de la oscuridad de la tribulación y el sufrimiento, para que con ella alumbremos nuestra vida y las vidas de muchos hermanos.

 

 

 

 

Volver a la portada