Llevemos a los niños a Misa.
Aunque a veces los niños hagan un poco de alboroto en la celebración de la Santa Misa, es bueno llevarlos para que participen del Sacrificio del Señor, porque entran en contacto con Dios, y Jesús, desde la cruz, se consuela al ver esas cabecitas inocentes que están allí para hacerle compañía y consolarlo mientras Él se inmola por todos los hombres, y particularmente por los niños.
Si nos parece que los niños molestan en la Misa, podemos tal vez parecernos a los apóstoles, que echaban a los niños que se acercaban a Jesús, y merecieron del Señor el reproche de que no debían alejar a los niños de Él.
Ya desde pequeños conviene que los niños acompañen a sus padres a Misa, y de ser posible que también desde pequeños se confiesen con el sacerdote, aunque todavía no comulguen, porque Jesús los abraza en el sacramento de la confesión y así se van preparando bien a recibir la primera Comunión cuando les llegue la edad oportuna.
Es bueno que les expliquemos lo que sucede en la Misa, y para ello es necesario que nosotros, los adultos, sepamos qué es lo que sucede en ella.
Los niños creerán todo lo que le decimos, puesto que son inocentes y tienen un contacto más cercano con Dios, porque hace menos tiempo que sus almitas salieron de las manos creadoras del Padre eterno.
Si usted quiere recibir estos
apuntes de CATECISMO PARA NIÑOS por correo
electrónico, por favor suscríbase a APUNTES DE CATECISMO:
SUSCRÍBASE AQUÍ
Aquí transcribo unas palabras del fallecido Obispo Manuel González, que nos hablan de la importancia del Catecismo para los niños:
"En estas horas de angustias ante la persecución del alma de los niños y de ansias porque conozcan y amen a Jesús, yo quisiera que por los Catequistas, Maestros y educadores cristianos y de modo singular por los padres y madres de familia se leyeran muy despacio y se meditaran estas líneas en las que he tratado de condensar lo que sobre este tema me ha enseñado mi experiencia de Catequista y de director de almas.
Jesús, que en el Evangelio es el Autor y el Maestro Soberano de palabra y de obra del Catecismo, en la Eucaristía además es el Modelo perfecto y la Fuerza para cumplirlo.
La misión educadora de los padres y maestros cristianos se reduce en realidad a poner a sus niños tan cerca de Jesús, que aprendan de Él, en el Evangelio y en el Sagrario, todo el Catecismo, no ya de memoria, sino de entendimiento, voluntad e imitación.
¡Ah! y que se hable en todas las formas a los niños de Jesús, que, con que sólo lo vean en una estampa o imagen, o en el Sagrario, ya sepan lo que les dice. Que los niños sepan a Jesús vivo: eso es todo.
El educador que consiga que sus niños desde que casi nacen, no sólo conozcan, sino que traten y quieran (según su modo), y se sepan a Jesús, serán los de verdad educadores y formadores cristianos, de vida, carácter y conciencia de cristianos.
Quizás tenga tan poco arraigo la instrucción que se da del Catecismo, aún por los buenos maestros porque se da más letra que espíritu, más lecciones de memoria que ejemplos vivos, más libro de Jesús que Jesús de libro.
Jesús debe tener tal atractivo y tan gran influencia sobre los niños, y deben sentir éstos tal inclinación hacia Él que en su Evangelio no manda jamás que vayan los niños a Él, ni que se los llevemos, sino que los dejemos ir, no los impidamos ir a Él.
Forma esto contraste con su conducta con la gente mayor, los cargados, los pecadores, los candidatos para apóstoles, etc., a los que manda: "Venite... veni... sequere me."
Sin duda el niño por su pureza e inocencia y, si está bautizado, por la Gracia que tiene, pone tan pocos obstáculos a unirse con Jesús, que no hace falta mandato, sino que basta que no les impidan ir a ver, oír y tratar a Jesús, es decir, que, con que se vean, se ponen en inteligencia y en relación de cariño el Jesús del Evangelio y de la Eucaristía y el Jesús chiquito de la Gracia habitual del alma del niño. Éste, mejor que nadie, que aun el sabio y el teólogo, ve y gusta a Jesús plenum gratiae et veritatis, lleno de gracia y de verdad."