Alegría en el Cielo.
Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. ¿Pues entonces qué esperamos para darle una gran alegría a todo el Cielo, a Dios y a sus ángeles y a todos los santos del Paraíso? Convirtámonos de nuestra mala conducta y lancémonos a la conquista del monte de la santidad.
Y no sólo nos quedemos conformes con nuestra propia conversión, sino llevemos pecadores a los pies de Jesús, para darle alegría al Señor, que no quiere otra cosa que la salvación de las almas, y que para eso ha venido a la tierra y se ha dejado matar para salvarlos del demonio.
Debemos pensar cómo es que reaccionamos nosotros cuando vemos que un pecador que conocemos, se acerca a Dios. Porque si reaccionamos bien y con alegría, entonces estamos adelantados en el camino del bien. Pero si por el contrario criticamos y decimos: “¡Éste, que cometió tantos pecados, ahora se hace el religioso!”, o algo por el estilo, entonces es señal de que no estamos yendo por el buen camino. Porque nuestra alegría debe ser la conversión de todos los hombres, ya que de lo contrario quedamos y hacemos el papel del hijo mayor del Padre misericordioso, que acogió a su hijo pródigo, pero el hermano mayor no quiso entrar ni alegrarse en la fiesta familiar.
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Esta sección es creada el 22 de Julio de 2011, memoria de Santa María Magdalena, que según la Sagrada Tradición es la pecadora pública que lavó los pies a Jesús con sus lágrimas y los enjugó con sus cabellos, llorando por sus muchos pecados, y a quien Jesús perdonó mucho, porque mucho amó.
Dedicada a los que fuimos, somos o seremos pecadores, para que no desconfiemos de la Misericordia de Dios y tomemos impulso para alcanzar la santidad a la que Dios nos llama.