PortadaActualizado el sábado 25/OCT/13

El Apocalipsis en los Mensajes al Padre Michelini

EL AMOR Y EL ODIO 

Hijo mío, si Yo soy el Amor que por naturaleza tiende a la unión, Satanás es odio, el odio nacido de la soberbia y que lleva a la desunión. Del amor brota la humildad, de la rebelión de Lucifer nace el odio.

La humanidad, desde su caída, conoce el amor de Dios que se vierte en ella; igualmente conoce el odio de Satanás: Caín fue el primer intoxicado por este odio,  la primera víctima.

El odio viene vomitado como fuente turbia sin descanso; ¡ay de los hombres que no sepan tener cuidado de esto!

Dios salva a los hombres de buena voluntad con el amor. Satanás los pierde con el odio y la división.

Dios transforma al hombre; de selvático lo hace humano, de humano lo hace cristiano es decir, hijo de Dios, elevándolo a su naturaleza divina "Consortes divinae naturae" (partícipes de la divina naturaleza).

También Satanás tiende a transformar al hombre en demonio de soberbia, odio y rebelión.

Frutos preciosos del amor de Dios son la fe, la esperanza y la caridad. De éstas derivan: el respeto de la libertad personal y social, el respeto por la justicia que une y hermana a los hombres y hace más serena y deseable la peregrinación terrena.

De la soberbia, del odio y de la división nacen las injusticias personales y sociales, la esclavitud, la explotación, la opresión que exaspera los ánimos de las personas y de los pueblos hasta la desesperación.

Frutos de la fe, de la esperanza y del amor son: la paz en las conciencias, en las familias, la paz  entre los pueblos. Son los justos, los santos y los buenos los que hacen civilizados a los hombres,  y ayudan al florecimiento del arte verdadero, del arte bueno, que no pervierte sino ayuda al hombre en su ascenso hacia la conquista del bien, de lo verdadero y de lo bello.

Frutos del orgullo, del odio, de la división son la violencia, las guerras, la degradación de la naturaleza humana, la corrupción en todos los sectores, la perversión del arte en pornografía y sensualidad. 

En la más densa oscuridad 

Todo esto, hijo mío, es evidente, es claro. Las experiencias cercanas y lejanas lo confirman, pero los hombres olvidan fácilmente. Es como si una cortina de densa niebla hubiera bajado sobre la humanidad, por lo que anda a tientas en la más densa oscuridad.

En esta oscuridad van a tientas también muchos sacerdotes míos; es fácil intuir con cuánto daño y peligro para la salvación de muchas almas.

Tú no puedes comprender y abarcar con la mente la inmensa mole de mal de la que sufre  mi Iglesia. Divisiones, rencores, incluso odio. Divisiones en las parroquias, divisiones y disensiones en las órdenes y en las congregaciones religiosas, en los conventos; rebeliones abiertas desgarran mi Cuerpo místico.

Un cenagoso torrente que desemboca del infierno sobre la tierra, en un hervidero rebosante de herejías, obscenidades, escándalos, violencias, injusticias privadas y públicas hace estragos también en las almas consagradas.

¡Oh, sí! Los hombres de hoy no son mejores que los hombres de antes del diluvio. Las ciudades de hoy no son mejores que Sodoma y Gomorra.

Para nada han servido las muchas llamadas, para nada han servido las múltiples intervenciones mías y de mi Madre. Para nada han servido los muchos castigos parciales.

Los hombres de este siglo han colmado la medida, han endurecido los corazones en la iniquidad, y el castigo total hubiera venido ya si no hubiera sido por la intervención de mi Madre y vuestra Madre, interponiéndose Ella entre vosotros y la Justicia divina.

Y si no hubiera sido por las almas víctimas, valerosas, generosas, heroicas, inmoladas como lámparas vivientes delante de mis altares...

Los habitantes de la corrupta Nínive creyeron y se arrepintieron ante las llamadas amenazadoras del profeta y así se salvaron. Pero los hombres de esta generación perversa, que rechaza a Dios, no saldrán ilesos de los castigos de la divina Justicia.

"Non Praevalebunt (no ganarán).

Sí, los justos verán que Dios es fiel a sus promesas; verán cómo mi Padre, en su Justicia  hará resplandecer su designio de amor para la salvación de la humanidad y de mi Iglesia.

Te bendigo hijo mío, ámame y ofréceme tus sufrimientos. Recuerda que mi Corazón misericordioso es inagotable en sus riquezas y arde en deseos de poderlas dar.  

(9/SEP/1975 - Mensaje al Padre Michelini) 

Comentario: 

A pesar de todos los avisos que el Cielo nos ha dado a través de apariciones y mensajes, los hombres seguimos cada vez más por el camino del mal, y si bien el castigo ya ha sido varias veces aplazado y alejado por la oración y el sufrimiento de los buenos, y en especial por la intercesión de la Santísima Virgen, ahora es claro que ya la humanidad está tocando el límite más allá del cual no podrá pasar.

Dios, antes de castigar un lugar, siempre avisa por medio de sus profetas. Pero en este caso los hombres no hemos prestado atención a las numerosas llamadas del Cielo, y entonces todo sucederá como en tiempos de Noé, que ninguno sospechaba nada, hasta que Noé entró en el Arca y vino el Diluvio y los arrastró a todos.

Hay en el Apocalipsis un fuego que cae del cielo y destruye a la Gran Babilonia. Muchos han querido ver en esta ciudad a alguna ciudad o nación de la tierra. Hay quienes por odio o rencor a alguna nación o raza, le han aplicado o interpretado este pasaje. Pero según varias revelaciones, la Gran Babilonia vendría a ser toda la tierra, porque toda la tierra está corrompida, más aún con los medios de comunicación modernos, que si bien usados podrían traer un gran bien, en cambio mal usados, como ahora, han generado un gran caos.

Preparémonos consagrándonos al Inmaculado Corazón de María y con oración y penitencia, recordando que Dios, hasta en los castigos, es movido por su amor a los hombres.

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