Actualizado el viernes 24/ENE/14
Carta del Santo Rosario
Necesidad de oración.
Pero el motivo más importante para volver a proponer con determinación la práctica del Rosario es por ser un medio sumamente válido para favorecer en los fieles la exigencia de contemplación del misterio cristiano, que he propuesto en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte como verdadera y propia "pedagogía de la santidad": «es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración». Mientras en la cultura contemporánea, incluso entre tantas contradicciones, aflora una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por influjo de otras religiones, es más urgente que nunca que nuestras comunidades cristianas se conviertan en «auténticas escuelas de oración».
(De la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae)
Comentario:
Es necesario que los cristianos tomemos el Rosario en nuestras manos y comencemos a rezarlo y a hacerlo rezar, porque la salvación del mundo, nuestra propia salvación, y quizás la salvación también de muchísimas almas, está condicionada a que recemos más el Santo Rosario.
¿No nos ponemos a meditar por qué será que la Santísima Virgen lo pide en cada manifestación suya? Ella nos invita a rezar y a hacer rezar el Rosario, pues María sabe muy bien que es con la oración, preferentemente la del Rosario, con la que hará prisionero al tenebroso espíritu del mal.
Si rezáramos el Rosario todos los días, las cosas marcharían mejor no sólo en nuestra vida espiritual, sino en toda nuestra familia, ya sea en lo espiritual como también en lo material, porque el Rosario es la solución para todos nuestros problemas.
Ya el Cielo nos ha dicho que éstos son tiempos de emergencia, que sólo se salvarán aquellos que, fieles a los llamados celestiales, empuñen el arma de la oración, rezando el Rosario todos los días y difundiéndolo cada uno en la medida de lo posible.
Si los problemas del mundo, a pesar de todos los medios humanos puestos en funcionamiento, no se logran solucionar, es porque ya la humanidad debe poner toda su confianza en la oración, que será la que le dará la felicidad en la tierra y en el más allá.
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