viernes 21/FEB/25
Mc 8, 34-38. 9, 1.
De qué le sirve.
Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles”. Y les decía: “Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el reino de Dios ha llegado con poder”.
Reflexión:
“¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?”. Esto quiere decir que de qué le servirá al hombre tener todo el poder, honor y gloria en este mundo, si luego en el momento de su muerte se condena al infierno para siempre. Éste es el verdadero fracaso: condenarse para siempre en el infierno. En cambio qué hermoso destino del que sacrifica su vida en este mundo por seguir a Cristo y su Evangelio. Que somos unos fracasados para el mundo, unos pobres hombres, ¡qué importa! Pero viviendo de acuerdo a las enseñanzas de Jesús tendremos como premio el Cielo, la felicidad eterna, aunque los mundanos juzguen que nuestra vida es una vida perdida y desaprovechada.
Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de no tener respetos humanos y defender a Cristo y su doctrina con nuestro modo de vivir y con nuestras palabras, ante esta generación anticristiana en que vivimos, para que el Señor en su Venida no tenga que avergonzarse de nosotros.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.
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