sábado 30/SEP/23
Lc 9, 18-22.
Anuncio.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. “Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: “El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.
Reflexión:
Jesús siempre que les anunciaba a sus discípulos su pasión, también les anunciaba su resurrección. Esto lo hacía para que ellos no fueran a pensar, cuando lo vieran suspendido en la Cruz, que todo había sido un fracaso. Y nosotros, cuando vamos a comulgar, debemos recordar que ese Jesús que viene a nuestra alma es un Dios muerto y resucitado. También nuestra vida terrena terminará con la muerte, pero siempre debemos recordar que luego vendrá la resurrección también para nosotros. Por eso la muerte y la resurrección se deben contemplar una a la luz de la otra.
Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de no desanimarnos en nuestras derrotas, ya que a cada una de ellas corresponde un premio en el cielo, y al final nuestra resurrección feliz y para siempre.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.
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