Actualizado el lunes 9/OCT/23

Formación católica

La Verdad.

Hoy muchos, como Pilatos, preguntan “¿Qué es la verdad?”, pero también como Pilatos, no esperan a que se les responda. Porque en realidad no quieren saber sobre la Verdad, puesto que sería un obstáculo para seguir haciendo sus fechorías. Si aceptaran la Verdad, entonces tendrían que cambiar muchas cosas en sus vidas, ser más honestos en todos los ámbitos de la vida, y esto molesta y prefieren seguir viviendo a su manera.

Pero de Dios no se ríe nadie. ¿Qué dirán éstos cuando se presenten ante el Juez que todo conoce, y ante el cual no hay apelación posible? ¿Acaso tratarán de convencer a Dios de que “no sabían”? Porque la ignorancia culpable es pecado.

Nosotros, en cambio, profundicemos cada vez más en la verdad. No importa que al conocerla más profundamente quedemos más obligados con ella, puesto que ya nos ha dicho el Señor que debemos entrar por la puerta estrecha y el camino angosto.

A veces nos sucede que no queremos oír más las verdades y profundizar en ellas por miedo a tener que cumplir más cosas y a tener que dejar vicios o malas costumbres. Pero no tengamos miedo puesto que Jesús dice que su carga es ligera y su yugo llevadero. Así que lancémonos a la conquista de la Sabiduría, que si el cuerpo y las pasiones se resienten de ello, el alma se ensanchará cada vez más.

 

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Necesidad de la formación

No basta con llevar una intensa vida interior. Si deseamos que nuestra vida espiritual no degenere en "sensiblería", se requiere una seria formación en el campo de la doctrina. Cristo es Vida pero también es Verdad y Camino. Si unimos la "vida espiritual", la "verdad doctrinal" y el "obrar moral", seremos sin duda fieles y enteros discípulos de Cristo.

Todos los cristianos, sobre todo los que anhelan ser militantes, tienen la grave obligación de conocer lo mejor posible las verdades de la Fe. No se puede amar lo que se desconoce. En este sentido exhortaba San Gregorio Magno: "Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con más ardor aspires a las cosas eternas." Debemos frecuentar las Sagradas Escrituras, los escritos de los Padres de la Iglesia, los documentos del Magisterio eclesiástico, las obras de los doctores de la Iglesia (especialmente Santo Tomás de Aquino), los libros de los santos y grandes maestros de la moral, el dogma y la espiritualidad. Sólo acudiendo a estos faros seguros de la fe no caeremos en las modernas celadas de los falsos profetas que promueven el cambio en la fe, la duda o el agnosticismo.