Actualizado el martes 3/SEP/24

Formación católica

Simplicidad.

Dice la Escritura que Dios hizo todo simple, pero que el hombre lo complicó todo. Y así se puede decir también de la doctrina cristiana, que es perfectamente simple, porque viene de Dios que es simple, y que los cristianos la complicamos con nuestras formas y modas.

Y hay teólogos presuntuosos que no quieren seguir al Magisterio y su enseñanza, y en cambio se erigen como maestros del error, prontos a echar por tierra toda la Tradición y la Revelación. Estos son lobos rapaces, son los falsos profetas de que habla Cristo en el Evangelio y que aparecerían en los últimos tiempos.

Debemos ser simples también nosotros, porque simples eran los pastores de Belén, que merecieron la aparición de la multitud de ángeles anunciándoles el nacimiento del Mesías, que quedó oculto para los soberbios y los “grandes”.

En el trato con Dios tenemos que ser llanos y simples, porque Dios nos conoce a fondo y a Él no le podemos engañar, así que es muy bueno que hablemos con Él con la simplicidad de los niños, sabiendo que Él está a gusto con los pequeños de corazón.

La Verdad es simple y se muestra a los sencillos. Por eso no estemos tristes si no sabemos teología o filosofía para ser apóstoles, porque basta un buen y sencillo corazón y buena voluntad, para ser los mejores apóstoles del Señor.

 

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Necesidad de la formación

No basta con llevar una intensa vida interior. Si deseamos que nuestra vida espiritual no degenere en "sensiblería", se requiere una seria formación en el campo de la doctrina. Cristo es Vida pero también es Verdad y Camino. Si unimos la "vida espiritual", la "verdad doctrinal" y el "obrar moral", seremos sin duda fieles y enteros discípulos de Cristo.

Todos los cristianos, sobre todo los que anhelan ser militantes, tienen la grave obligación de conocer lo mejor posible las verdades de la Fe. No se puede amar lo que se desconoce. En este sentido exhortaba San Gregorio Magno: "Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con más ardor aspires a las cosas eternas." Debemos frecuentar las Sagradas Escrituras, los escritos de los Padres de la Iglesia, los documentos del Magisterio eclesiástico, las obras de los doctores de la Iglesia (especialmente Santo Tomás de Aquino), los libros de los santos y grandes maestros de la moral, el dogma y la espiritualidad. Sólo acudiendo a estos faros seguros de la fe no caeremos en las modernas celadas de los falsos profetas que promueven el cambio en la fe, la duda o el agnosticismo.