(Sección especialmente dedicada para el Grupo ALMAS APOSTÓLICAS)
IV. VENTAJAS DE LA
VIDA LITÚRGICA
a) LA VIDA LITÚRGICA FAVORECE LA PERMANENCIA DE LO
SOBRENATURAL EN TODAS MIS ACCIONES
¡Qué difícil es, Dios mío, obrar ordinariamente por un motivo sobrenatural!
Satanás y las criaturas colaboran con mi amor propio, para sustraer a mi alma
con sus facultades, de la dependencia de Jesús viviente en mí.
¡Cuántas veces al cabo del día, por falta de vigilancia o de fidelidad, queda
viciada esta pureza de intención, que es la única que podría dar mérito a mis
acciones y hacer fecundo mi apostolado!
Solamente al precio de un esfuerzo perseverante podré conseguir, con el esfuerzo
de Dios, que la mayor parte de mis acciones sean vivificadas por la gracia, para
dirigirlas a Dios, único Fin de ellas.
Para hacer este esfuerzo me es indispensable la oración. Pero, ¡qué diferencia
cuando ese esfuerzo se realiza en medio de la Vida litúrgica! Porque la Oración
y la Vida litúrgica son dos hermanas que se prestan mutua ayuda. La Oración
hecha antes de celebrar la Misa y rezar el Breviario, me sumerge en lo
sobrenatural. La Vida litúrgica me facilita el medio de que mi oración se
extienda a las ocupaciones del día .
Qué fácil es, ¡oh Iglesia Santa!, adquirir en tu escuela la costumbre de dar a
mi Criador, al Padre, el culto que le corresponde! Por ser la Esposa de Aquel
que es la Adoración, la Acción de gracias, la Reparación y la Mediación por
excelencia, me comunicas por medio de la Liturgia, la sed que tenía Jesús de
glorificar a su Padre. Dar gloria a Dios: este es el fin primario que te has
propuesto al establecer la Liturgia.
¿No es evidente que viviendo de la vida litúrgica, quedaré enteramente
impregnado de la virtud de la Religión, ya que la Liturgia no es otra cosa que
la práctica constante y pública de esta virtud, la más excelente después de las
virtudes teologales?
La manifestación de la dependencia que todas mis facultades tienen de Dios, la
piedad, la vigilancia, el combate espiritual, etc., pueden sin duda adquirir un
gran desarrollo si sé utilizar las luces de la Fe. Pero ¿cómo necesita el
compuesto humano la colaboración de todas sus facultades para ayudarle a fijar
el espíritu en los bienes eternos, despertar en el corazón la avidez de
poseerlos y mover a la voluntad para que los pida frecuentemente y los busque
sin descanso?
La Liturgia se apodera de todo mi ser. Mediante un conjunto de ceremonias,
genuflexiones, inclinaciones, símbolos, cantos y textos que hablan a mis ojos,
oídos, sensibilidad, imaginación, inteligencia y corazón, me orienta enteramente
en la dirección de Dios, y me recuerda que todo lo mío, os, lingua, mens,
sensus, vigor, todo debe ser dirigido a El.
Todo aquello de que se sirve la Iglesia para expresarme los derechos de Dios y
los títulos por los que puede exigirme que le dé un culto de homenaje filial y
de total entrega de mi ser desarrolla en mí la virtud de la Religión y, como
consecuencia, el espíritu sobrenatural.
En la Liturgia todo me habla de Dios, de sus perfecciones y beneficios; todo me
lleva a Dios; todo me muestra su Providencia, la cual me facilita constantemente
los medios de santificación, por medio de sus pruebas, auxilios, advertencias,
alientos, promesas, luces y hasta amenazas.
La Liturgia también me pone en la ocasión constante de hablar de Dios y expresar
mi religión en las más diversas formas.
Si me consagro a esta formación litúrgica con verdadero empeño de aprovecharla,
después de tantos ejercicios que practico a diario con ocasión de mis funciones
de hombre de Iglesia, la virtud de la Religión tiene que echar en mí, de por
fuerza, raíces muy profundas, y acabaré por alcanzar un hábito y un estado de
alma especial, es decir, la Vida interior.
(De "El alma de todo apostolado", Dom Chautard)
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