Actualizado el martes 5/AGO/25

(Sección especialmente dedicada para el Grupo ALMAS APOSTÓLICAS)

Mensaje sobre el apostolado

b) PREPARACIÓN PRÓXIMA

Ante orationem praepara animam tuam . Momentos antes de celebrar la Misa y cada vez que tome el breviario, haré un acto tranquilo, pero enérgico, de recogimiento, para abstraerme de cuanto no se refiere a Dios y fijar la atención en El. Porque es Dios aquel a quien me dispongo a hablar.
Pero es también mi Padre. Al temor reverencial que hasta la misma Reina de los Ángeles tiene al dirigirse a su divino Hijo, añadiré la candidez y la ingenuidad que el tener UN ALMA DE NIÑO da hasta a los viejos cuando se dirigen a la infinita Majestad.
Esta actitud sencilla e infantil ante mi Padre celestial, reflejará con ingenuidad mi convicción de que estoy unido con Jesucristo y represento a la Iglesia, dentro de mi indignidad, y la certeza de que comparten mis oraciones los Espíritus de la milicia celestial: In conspectu Angelorum psallam tibi .
Este no es para ti, alma mía, el momento de razonar ni meditar, sino de hacerte alma de niño. Cuando llegaste al uso de razón, aceptabas como una verdad absoluta cuanto tu madre te decía. Con idéntica sencillez e ingenuidad debes, pues, recibir cuanto tu Madre la Iglesia te presente como alimento de Fe.
¡Este rejuvenecimiento del alma es indispensable! Porque me aprovecharé de los tesoros de la Liturgia y sentiré la poesía que de ella emana, en la medida en que forma en mí un alma de niño. En esa misma medida progresaré en el espíritu litúrgico.
Entonces, mi alma entrará con facilidad en adoración y perseverará durante la función (ceremonias, breviario, Misa, Sacramentos, etc.) en que tome parte en calidad de miembro o de embajador de la iglesia o como Ministro de Dios.
De la manera con que entre en adoración dependen en gran parte el provecho y el MÉRITO QUE obtenga del acto litúrgico, y además los consuelos que Dios ha vinculado a su perfecto cumplimiento y que deben sostenerme en mis trabajos apostólicos.
Quiero, pues, Adorar. Quiero por un impulso de mi voluntad unirme a las adoraciones del Hombre-Dios, para dar a Dios este homenaje. Ha de ser este acto un ímpetu del corazón más que un esfuerzo cerebral.
Lo quiero con vuestra gracia, o Jesús. Y esta gracia la pediré, por ejemplo, por medio del Breviario, en el Deus in adjutorium, o mediante la Misa en el Introito, rezados pausadamente.
Yo lo quiero. Este querer filial y afectuoso, fuerte y humilde, unido a un deseo vivo de que vengas en mi auxilio, es lo que exiges de mí.
Si consigo que mi inteligencia ofrezca a mi fe la contemplación de algunos bellos horizontes, y mi sensibilidad, alguna emoción piadosa, mi voluntad lo utilizará para adorarte más fácilmente. Pero no me olvidaré de que la unión con Dios reside, en último análisis, en la cima del alma; en la voluntad y, aunque le esperen la oscuridad y la aridez, la voluntad, seca y fría de suyo, emprenderá el vuelo, apoyándose únicamente en la fe.

 (De "El alma de todo apostolado", Dom Chautard)

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