(Sección especialmente dedicada para el Grupo ALMAS APOSTÓLICAS)
b) PREPARACIÓN
PRÓXIMA
Ante orationem praepara animam tuam . Momentos antes de celebrar la Misa y cada
vez que tome el breviario, haré un acto tranquilo, pero enérgico, de
recogimiento, para abstraerme de cuanto no se refiere a Dios y fijar la atención
en El. Porque es Dios aquel a quien me dispongo a hablar.
Pero es también mi Padre. Al temor reverencial que hasta la misma Reina de los
Ángeles tiene al dirigirse a su divino Hijo, añadiré la candidez y la ingenuidad
que el tener UN ALMA DE NIÑO da hasta a los viejos cuando se dirigen a la
infinita Majestad.
Esta actitud sencilla e infantil ante mi Padre celestial, reflejará con
ingenuidad mi convicción de que estoy unido con Jesucristo y represento a la
Iglesia, dentro de mi indignidad, y la certeza de que comparten mis oraciones
los Espíritus de la milicia celestial: In conspectu Angelorum psallam tibi .
Este no es para ti, alma mía, el momento de razonar ni meditar, sino de hacerte
alma de niño. Cuando llegaste al uso de razón, aceptabas como una verdad
absoluta cuanto tu madre te decía. Con idéntica sencillez e ingenuidad debes,
pues, recibir cuanto tu Madre la Iglesia te presente como alimento de Fe.
¡Este rejuvenecimiento del alma es indispensable! Porque me aprovecharé de los
tesoros de la Liturgia y sentiré la poesía que de ella emana, en la medida en
que forma en mí un alma de niño. En esa misma medida progresaré en el espíritu
litúrgico.
Entonces, mi alma entrará con facilidad en adoración y perseverará durante la
función (ceremonias, breviario, Misa, Sacramentos, etc.) en que tome parte en
calidad de miembro o de embajador de la iglesia o como Ministro de Dios.
De la manera con que entre en adoración dependen en gran parte el provecho y el
MÉRITO QUE obtenga del acto litúrgico, y además los consuelos que Dios ha
vinculado a su perfecto cumplimiento y que deben sostenerme en mis trabajos
apostólicos.
Quiero, pues, Adorar. Quiero por un impulso de mi voluntad unirme a las
adoraciones del Hombre-Dios, para dar a Dios este homenaje. Ha de ser este acto
un ímpetu del corazón más que un esfuerzo cerebral.
Lo quiero con vuestra gracia, o Jesús. Y esta gracia la pediré, por ejemplo, por
medio del Breviario, en el Deus in adjutorium, o mediante la Misa en el
Introito, rezados pausadamente.
Yo lo quiero. Este querer filial y afectuoso, fuerte y humilde, unido a un deseo
vivo de que vengas en mi auxilio, es lo que exiges de mí.
Si consigo que mi inteligencia ofrezca a mi fe la contemplación de algunos
bellos horizontes, y mi sensibilidad, alguna emoción piadosa, mi voluntad lo
utilizará para adorarte más fácilmente. Pero no me olvidaré de que la unión con
Dios reside, en último análisis, en la cima del alma; en la voluntad y, aunque
le esperen la oscuridad y la aridez, la voluntad, seca y fría de suyo,
emprenderá el vuelo, apoyándose únicamente en la fe.
(De "El alma de todo apostolado", Dom Chautard)
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