Actualizado el martes 6/AGO/24
Bendiciones.
Divino Niño Jesús, hoy vengo a pedirte tu bendición sobre todos mis proyectos y mis cosas, porque sé que el éxito en mis empresas no me viene por mi esfuerzo, sino por tu bendición sobre ellas. Tú quieres que ponga todo mi empeño para hacerlas bien, pero yo sé muy bien que si tú no das tu bendición sobre ellas, están destinadas al fracaso.
Y hoy quiero pedirte especialmente, Divino Niño Jesús de mi corazón, que me des tu bendición al fin de mi vida. Sí, porque sé muy bien que tú serás mi Juez, y en el momento de mi muerte me darás tu bendición o maldición eterna, según cómo haya muerto, si en gracia de Dios o en pecado mortal respectivamente.
Tiemblo de terror de solo pensar que existe la posibilidad de recibir de ti la maldición eterna. ¡Qué horror sería para mí! ¡Tendría que odiarte por toda la eternidad en el Infierno! ¡No lo permitas, Divino Niño, sino guíame por la vida de tal forma que siempre cumpla tus mandamientos y al final muera en tu gracia, para recibir tu bendición que me haga feliz para siempre contigo en el Cielo!
Divino Niño, ten compasión de mí, que soy un pobrecito pecador, y a quien el demonio a veces utiliza como un títere. No te enojes conmigo, sino usa de tu infinita misericordia para perdonarme y darme más fuerzas para no caer la próxima vez.
Niñito Jesús de mi corazón, te amo con toda mi alma y espero siempre en ti. Aunque el mundo se desplome y sucedan los más extraños fenómenos en el cielo y en la tierra, yo siempre confiaré en ti, que eres quien domina el universo.
Del Diario de Santa Faustina Kowalska:
+ La Hora Santa. Durante esta hora procuraba meditar la Pasión del Señor. No obstante mi alma fue inundada de gozo y de repente vi al pequeño Niño Jesús. Y su Majestad me penetró y dije: Jesús, Tú eres tan pequeño, pero yo sé que Tú eres mi Creador y Señor. Y Jesús me contestó: Lo soy y trato contigo como un niño para enseñarte la humildad y la sencillez. (Diario # 184)
+ Jueves. Al empezar la Hora Santa, quería sumergirme en la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos. De repente oí en el alma la voz: Medita los misterios de la Encarnación. Y de pronto, delante de mi apareció el Niño Jesús de una belleza resplandeciente. Me dijo cuánto agradaba a Dios la sencillez del alma. Aunque Mi grandeza es inconcebible, trato solamente con los pequeños, exijo de ti la infancia del espíritu. (Diario # 332)
Ahora veo claramente cómo Dios obra por medio del confesor y cómo es fiel a sus promesas. Hace dos semanas el confesor me ordenó meditar sobre la infancia del espíritu. Al principio eso me resultaba algo difícil, sin embargo, el confesor sin hacer caso a mi dificultad, me ordenó continuar la meditación sobre la infancia del espíritu. En la práctica esta infancia debe manifestarse así: El niño no se ocupa del pasado ni del futuro, sino que aprovecha el momento presente. Deseo destacar esta infancia del espíritu en usted, hermana, y doy a eso mucha importancia. (Diario # 333)
Veo cómo [el Señor Jesús] se inclina a los deseos del confesor, ya que en este período no se me aparece como maestro en la plenitud de fuerzas y de humanidad como adulto, sino que se me aparece como un niño pequeño. Este Dios infinito, se humilla hasta mí bajo la apariencia de un niñito pequeño. Pero la mirada de mi alma no se detiene en la superficie. Aunque tomas la apariencia de un niñito pequeño, yo veo en Ti al Inmortal, al Infinito Señor de los señores, adorado (141) día y noche por los espíritus puros, para el cual arden los corazones de los serafines con el fuego del amor purísimo. Oh Cristo, oh Jesús, deseo superarlos en el amor hacia Ti. Les pido el perdón, oh espíritus puros, por haber osado compararme con ustedes. Yo, un abismo de miseria, una vorágine de miseria, pero Tú, oh Dios, que eres un abismo inconcebible de misericordia, absórbeme como el ardor del sol absorbe una gota de rocío. Tu mirada amorosa allana todo abismo. Me siento sumamente feliz de la grandeza de Dios. Ver la grandeza de Dios, es para mi absolutamente suficiente para sentirme feliz por toda la eternidad. (Diario # 334)
Una vez, al ver a Jesús bajo la apariencia de un niñito pequeño, pregunté: Jesús, ¿por qué ahora tratas conmigo tomando el aspecto de un niñito pequeño? Después de todo, yo veo en Ti a Dios Infinito, al Creador y a mi Señor. Jesús me contestó que hasta que yo no aprendiera la sencillez y la humildad, trataría conmigo como a un niño pequeño. (Diario # 335)
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