Actualizado el lunes 4/MAR/24

Quince minutos con el Divino Niño Jesús

Mis preocupaciones.

¡Divino Niño Jesús, amor de mis amores!, hoy vengo a pedirte por mis preocupaciones. A veces no quiero preocuparme, pero suceden cosas que me llevan a la preocupación. Quisiera que me des tu paz, y poner todo en tus benditas manos, para que tú te encargues de mis asuntos, de mi familia y de mis seres queridos, ya que a veces sufro por su situación.

Divino Niño, ten misericordia de mí, que soy tan frágil y tan poco abandonado en ti. Debo reconocer que a veces no confío plenamente en ti, porque me angustio por el futuro, y no tengo en cuenta que tú eres la Bondad infinita, que gobiernas todo con sabiduría, y que no dejarás que la desgracia me venza, ya que tú estarás siempre a mi lado, y al lado de los que quiero.

Niño Jesús, enséñame a abandonarme en tus manitos, como un juguetito tuyo, para que tú hagas de mí lo que quieras. Ojalá llegue yo a ese estado de abandono que tanto te agrada y por el que concedes innumerables gracias y dones de valor inestimable. Enséñame a aceptar tu voluntad divina en todo lo que me suceda a mí y a mis hermanos, y caminar confiando en ti, por el camino de la vida.

¡Te amo, Niñito Jesús, divino Señor mío!


Del Diario de Santa Faustina Kowalska: 

+ La Hora Santa. Durante esta hora procuraba meditar la Pasión del Señor. No obstante mi alma fue inundada de gozo y de repente vi al pequeño Niño Jesús.  Y su Majestad me penetró y dije: Jesús, Tú eres tan pequeño, pero yo sé que Tú eres mi Creador y Señor. Y Jesús me contestó: Lo soy y trato contigo como un niño para enseñarte la humildad y la sencillez. (Diario # 184) 

+ Jueves.  Al empezar la Hora Santa, quería sumergirme en la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos. De repente oí en el alma la voz: Medita los misterios de la Encarnación. Y de pronto, delante de mi apareció el Niño Jesús de una belleza resplandeciente.  Me dijo cuánto agradaba a Dios la sencillez del alma. Aunque Mi grandeza es inconcebible, trato solamente con los pequeños, exijo de ti la infancia del espíritu. (Diario # 332) 

Ahora veo claramente cómo Dios obra por medio del confesor y cómo es fiel a sus promesas. Hace dos semanas el confesor me ordenó meditar sobre la infancia del espíritu. Al principio eso me resultaba algo difícil, sin embargo, el confesor sin hacer caso a mi dificultad, me ordenó continuar la meditación sobre la infancia del espíritu. En la práctica esta infancia debe manifestarse así: El niño no se ocupa del pasado ni del futuro, sino que aprovecha el momento presente. Deseo destacar esta infancia del espíritu en usted, hermana, y doy a eso mucha importancia. (Diario # 333) 

Veo cómo [el Señor Jesús] se inclina a los deseos del confesor, ya que en este período no se me aparece como maestro en la plenitud de fuerzas y de humanidad como adulto, sino que se me aparece como un niño pequeño. Este Dios infinito, se humilla hasta mí bajo la apariencia de un niñito pequeño. Pero la mirada de mi alma no se detiene en la superficie. Aunque tomas la apariencia de un niñito pequeño, yo veo en Ti al Inmortal, al Infinito Señor de los señores, adorado (141) día y noche por los espíritus puros, para el cual arden los corazones de los serafines con el fuego del amor purísimo. Oh Cristo, oh Jesús, deseo superarlos en el amor hacia Ti. Les pido el perdón, oh espíritus puros, por haber osado compararme con ustedes. Yo, un abismo de miseria, una vorágine de miseria, pero Tú, oh Dios, que eres un abismo inconcebible de misericordia, absórbeme como el ardor del sol absorbe una gota de rocío. Tu mirada amorosa allana todo abismo. Me siento sumamente feliz de la grandeza de Dios. Ver la grandeza de Dios, es para mi absolutamente suficiente para sentirme feliz por toda la eternidad. (Diario # 334) 

Una vez, al ver a Jesús bajo la apariencia de un niñito pequeño, pregunté: Jesús, ¿por qué ahora tratas conmigo tomando el aspecto de un niñito pequeño?  Después de todo, yo veo en Ti a Dios Infinito, al Creador y a mi Señor.  Jesús me contestó que hasta que yo no aprendiera la sencillez y la humildad, trataría conmigo como a un niño pequeño. (Diario # 335)

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