Luz.
Espíritu Santo de mi vida, tú eres la Luz inextinguible que iluminas a todo hombre que tiene buena voluntad. Por eso te ruego que ilumines mis tinieblas interiores, porque el pecado me ha oscurecido el alma y quiero salir a la luz, dejar la oscuridad del pecado y acercarme a ti, que eres la Luz del mundo.
Te ruego, Espíritu de amor, que me ilumines en las decisiones que debo tomar en mi vida, para que siempre haga tu santa voluntad y siga, con fidelidad, todas tus inspiraciones, porque sé muy bien que mi santificación y salvación dependen de que yo obedezca todas tus luces, que tú me envías constantemente, y de que yo sea fiel a las gracias que me concedes que, como chispazos de luz, me vienen a la mente, y no es por mérito mío, sino por pura condescendencia tuya hacia mí.
Espíritu Divino, ten misericordia de mí e inúndame con tus santas inspiraciones, para que yo sea un intrépido apóstol tuyo, como lo fueron los Apóstoles después de haberte recibido en el Cenáculo.
Sin ti, tengo miedo de todo; pero contigo y con tus dones, soy capaz de enfrentar al mismo Infierno.
Ven a mí, Señor, Espíritu de Amor. ¡Ven a mí, ven al mundo que muere de frío y de odio!
Debemos acostumbrarnos a hablar todos los días con el Espíritu Santo, pues Él es el Santificador de nuestras almas. Es por eso que hoy, 5 de junio de 2009, Primer Viernes de Mes, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, comienzo a publicar estos sencillos textos que tratarán de ser una ayuda en la conversación que mantendremos con el Divino Espíritu durante quince minutos diarios.
Con esta práctica nos acostumbraremos a hablar con el Espíritu Santo y con el paso del tiempo nuestro hablar con Él se hará ininterrumpido.
Ojalá estos textos den sus frutos y que cada vez amemos más al Espíritu de Dios
Ven Espíritu Santo,
ven por medio de la poderosa intercesión
del Corazón Inmaculado de María,
tu amadísima Esposa
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