Fortaleza.
María, Madre mía, hoy quiero pedirte fortaleza. Porque para vivir en este mundo tan atribulado, necesito mucha fortaleza, y nadie mejor que tú me la puedes conceder, porque la has tenido en abundancia, en grado máximo que una criatura la puede tener. Pienso en los graves momentos que viviste junto a tu Hijo, ya desde el momento en que Simeón te profetizó la espada de dolor, ya desde allí tuviste que revestirte de fortaleza invencible. Y cuando busco la causa de esta fortaleza, encuentro que se debe a que tu alma era inmaculada y a que confiabas ciegamente en Dios. Entonces yo también quiero quedar limpio de pecado, para tener un alma pura y fuerte, y como tú quiero confiar ciegamente en Dios, sabiendo que Él me cuida a cada instante y que no permitirá que me suceda una prueba o un dolor mayor de lo que pueda soportar. Piedad de mí, Madre querida. ¡Te amo con todo mi corazón! Dame fuerzas en esta vida.
Así como todos los días debemos tener por lo menos unos quince minutos de oración personal con Jesús, de ser posible frente al Santísimo Sacramento; así también es necesario que empleemos por lo menos quince minutos de nuestro día a tratar con nuestra dulcísima Madre la Virgen, de ser posible frente a una de sus imágenes benditas.
Es por eso que hoy, 25 de marzo de 2009, comienzo a publicar estos sencillos textos que tratarán de ser una ayuda en la conversación que mantendremos con Nuestra Señora durante esos quince minutos diarios.
Con esta práctica nos acostumbraremos a hablar con María y con el paso del tiempo nuestro hablar con Ella se hará ininterrumpido.
¡Ojalá estos textos den sus frutos y que cada vez amemos más a nuestra Madre del Cielo!
¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!
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