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Revista

"Devociones y Promesas"

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Año I - Número 4

 

Domingo 21/NOV/2010

En esta edición:

NOTA EDITORIAL

CONFIANZA EN DIOS

DEVOCIÓN DE LA SEMANA

DIVINO NIÑO JESÚS

VIDA CATÓLICA

CONFIANZA

APOSTOLADO CATÓLICO

ORACIÓN

CONFIANZA EN DIOS

La confianza en Dios lo es todo, porque si confiamos en Dios, entonces recibiremos gracias de Él, y saldremos vencedores de todos los obstáculos y pruebas que nos ponga el demonio en la vida.

Hoy los demonios han aflorado en gran número a la superficie de la tierra y llevan la voz cantante, causando accidentes, desgracias, enemistades y maldades de todo tipo. Es por eso que debemos protegernos de sus astucias con una sincera y completa confianza en Dios, recordando muy bien que Dios no permite más de lo que sea necesario para nuestro bien. Sabiendo que Dios dirige los destinos del mundo, y que no son los grandes de la tierra los que gobiernan el mundo, sino que es Dios Todopoderoso quien guía los acontecimientos humanos a la plena realización de su Voluntad.

Abandonémonos como niñitos confiados en las manos del Señor, y no tengamos miedo, porque si Dios está con nosotros ¿quién estará contra nosotros? 

César Alberto

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DIVINO NIÑO JESÚS

En el año 1636 Nuestro Señor le hizo a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento una promesa que se ha hecho muy famosa: “Todo lo que quieras pedir, pídemelo por los méritos de mi infancia, y tu oración será escuchada”.

Los Padres Carmelitas y las Hermanas Carmelitas, siguiendo el ejemplo de sus santos fundadores, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, se han propuesto propagar donde quiera que llegan la devoción al Milagroso Niño Jesús, que consiste en honrar los 12 primeros años de Jesús en la tierra, los años de su infancia, y por los méritos que Jesús ganó en sus 12 años de niñez, pedir a Dios todos los favores que necesitamos.

Muchísimos devotos en el mundo entero han hecho el ensayo de pedir favores a Dios por los méritos de la infancia de Jesús, y han obtenido favores admirables. 

ORACIÓN AL NIÑO JESÚS

Acuérdate, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los meritos de mi infancia y nada te será negado”. Lleno de confianza en Ti, ¡oh Jesús!, que eres la misma verdad, vengo a presentarte mis necesidades.

Ayúdame a llevar una auténtica vida cristiana, para conseguir una eternidad feliz. Por los méritos infinitos de tu encarnación y de tu infancia, concédeme la gracia que te estoy pidiendo (aquí se expresa el favor que se quiere alcanzar). Me entrego a ti, oh Niño Omnipotente, seguro de que escucharás mi súplica y me fortalecerás en la esperanza. Amén.

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CONFIANZA 

CREER: 

Para tener confianza en Dios es necesario creer que Él es todopoderoso, y que nada de cuanto sucede en el mundo escapa a la adorable Providencia divina.

La voluntad de Dios para nosotros es positiva y permisiva.

La voluntad positiva de Dios es lo que Dios quiere para nosotros. Todas las cosas buenas que nos pasan, son queridas por Dios para nuestro bien y adelanto espiritual y material.

La voluntad permisiva de Dios es lo que Dios no quiere positivamente, porque es un mal, y Dios no puede querer ningún mal para nadie, pero que permite por su Sabiduría infinita, sabiendo que de ese mal saldrán bienes para las almas.

Entonces para tener confianza plena en Dios es necesario que creamos firmemente que Él gobierna todo y a todas sus criaturas, y así nada de lo que nos suceda nos abatirá ni desalentará, porque sabremos que fue querido o, al menos, permitido por Dios para nuestro bien. 

RECIBIR: 

No hay mejor forma de aumentar en la confianza en el Señor que la de recibirlo a Él en persona en el Santísimo Sacramento del Altar, porque de esa manera es Él mismo quien viene a nosotros con todos sus dones y nos infunde valor y fortaleza, porque la Eucaristía es el Pan de los fuertes y el Vino que engendra vírgenes.

Cuantas más veces recibamos la Comunión, tanto más aumentaremos en confianza plena en Dios.

Además, cada vez que nos acercamos al sacerdote a confesarnos, es el mismo Cristo quien nos perdona los pecados y nos da aliento y confianza para levantarnos y continuar por el camino difícil de la vida sobre la tierra. 

OBRAR: 

La confianza en Dios se demuestra cumpliendo su palabra, porque no podemos decir que confiamos en Él si no cumplimos lo que dice.

Si actuamos de acuerdo a sus mandamientos, entonces manifestamos nuestra plena confianza en Él, porque quien tiene un amigo confía ciegamente en el amigo. Y si Dios es nuestro Gran Amigo, entonces debemos fiarnos de lo que nos manda y lo que nos dice, llevando a la práctica su voluntad, que no puede ser para nosotros más que causa de bien y de alegría y felicidad.

La confianza en Dios y el miedo no se pueden conciliar, porque quien confía en el Señor, sabe que está como un pajarillo en el hueco de la mano de un hombre bueno, y así estamos nosotros en las manos de Dios. Por eso no hay que tener ningún miedo, ya que Dios nos cuida constantemente, y nada puede suceder sin que Él lo quiera o permita. 

ORAR: 

En el Padrenuestro se nos enseña a pedir el pan de cada día, con lo que aprendemos a pedir la ayuda que necesitamos cada día, es decir, no pedir todo de golpe por miedo a que mañana nos falte algo y el Señor no nos dé lo suficiente en el futuro. Sino que confiando en Dios, pedimos hoy lo que necesitamos para hoy, sabiendo que mañana no nos faltará nada de lo necesario.

Y un excelente medio de aumentar en la confianza en Dios y en su Madre, es rezando muchos Rosarios, porque en el Rosario están los Padrenuestros y las Avemarías, oraciones ambas que son celestiales y enseñadas por el mismo Dios.

Recemos, entonces, el Rosario todos los días, y veremos aumentar en nosotros cada día más nuestra confianza en Dios y en la Virgen.

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ORACIÓN 

El mejor apostolado que podemos hacer es la oración, especialmente el rezo frecuente del Santo Rosario, con  el cual rescatamos muchísimas almas de las garras del Maligno, y nos hacemos solidarios con todos los hermanos que sufren en el cuerpo o en el alma.

Ya lo dijo San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva, y el que no reza se condena”. Y como nadie se salva o se condena solo, sino que si se salva ayudará a salvar a otras almas, y si se condena habrá ayudado a que se condenen otras almas; así también quien reza para salvarse, necesariamente salvará con su oración a tantísimas almas, que de otra forma nunca hubieran llegado al Cielo.

Enemigos de la oración son la televisión, el materialismo, el exceso de palabras, el ruido y la disipación.

Estemos atentos para que este árbol milagroso de la oración no se marchite ni sea arrancado de raíz por el demonio, que sabe los copiosos frutos que obtiene el que reza por sí mismo y por los hermanos.

¡Ave María Purísima!

¡Sin pecado concebida!

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