Actualizado el miércoles 5/FEB/14
Exhortación apostólica "Sacramentum Caritatis" - Benedicto XVI
Dios es Amor.
San Agustín, con un penetrante conocimiento de la realidad humana, ha puesto de relieve cómo el hombre se mueve espontáneamente, y no por coacción, cuando se encuentra ante algo que lo atrae y le despierta el deseo. Así pues, al preguntarse sobre lo que puede mover al hombre por encima de todo y en lo más íntimo, el santo obispo exclama: « ¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad? ». En efecto, todo hombre lleva en sí mismo el deseo inevitable de la verdad última y definitiva. Por eso, el Señor Jesús, « el camino, la verdad y la vida » (Jn 14,6), se dirige al corazón anhelante del hombre, que se siente peregrino y sediento, al corazón que suspira por la fuente de la vida, al corazón que mendiga la Verdad. En efecto, Jesucristo es la Verdad en Persona, que atrae el mundo hacia sí. « Jesús es la estrella polar de la libertad humana: sin él pierde su orientación, puesto que sin el conocimiento de la verdad, la libertad se desnaturaliza, se aísla y se reduce a arbitrio estéril. Con él, la libertad se reencuentra ». En particular, Jesús nos enseña en el sacramento de la Eucaristía la verdad del amor, que es la esencia misma de Dios. Ésta es la verdad evangélica que interesa a cada hombre y a todo el hombre. Por eso la Iglesia, cuyo centro vital es la Eucaristía, se compromete constantemente a anunciar a todos, « a tiempo y a destiempo » (2 Tm 4,2) que Dios es amor. Precisamente porque Cristo se ha hecho por nosotros alimento de la Verdad, la Iglesia se dirige al hombre, invitándolo a acoger libremente el don de Dios.
(Exhortación apostólica “Sacramentum Caritatis” – Benedicto XVI)
Comentario:
Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, no le ha bastado hacerse hombre en el seno de María, sino que constantemente sigue haciéndose hombre y pan en las manos del Sacerdote durante la consagración.
Así como el Niño Dios se confió a sus padres de la tierra, José y María; así ahora el Señor se confía bajo las especies eucarísticas, a los hombres, para que ellos hagan de Él lo que les plazca. Esto demuestra el desmesurado, infinito amor que tiene Dios por los hombres. Y no es de extrañar los tremendos celos que sienten los demonios por el hombre, criatura tan predilecta del Creador.
Sin temor a equivocarnos podemos decir que uno de los mayores tormentos para los condenados en el Infierno, será el haber despreciado o descuidado la Eucaristía. Tenían a la mano tan grandioso Don, y por mil excusas, incluso por permanecer y vivir en pecado mortal, no se acercaron a recibirlo. Y ahora que lo quisieran recibir, ya es tarde para siempre, ¡han perdido al Amor para toda la eternidad! ¡Qué terrible es esto! Y ya que nosotros estamos leyendo esto, no seamos insensatos y acerquémonos a comulgar todo lo más frecuentemente que podamos, porque en el más allá bendeciremos todas las Comuniones bien hechas en la tierra.
Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.
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