Actualizado el martes 16/JUL/24

Signos de los tiempos

Ataque a la devoción a María Santísima. 

En el Apocalipsis, el Dragón rojo vomita un río de aguas sucias contra la Mujer vestida de Sol. Este río son las corrientes modernistas de teólogos presuntuosos que atacan los privilegios de la Santísima Virgen, con que Dios la ha adornado.

Desde los púlpitos ya no se habla de la Virgen, sino solo y siempre de Jesucristo, y he aquí el engaño diabólico, puesto que si Dios ha elegido a María como medio para llegar hasta los hombres, también los hombres debemos elegir el mismo camino, es decir a María, para llegar a Él.

Es que parte de la Iglesia Católica se está volviendo protestante, hasta el tiempo en que el Falso Profeta diga que la Misa no es un Sacrificio sino solo la Sagrada Cena, y así se deje de celebrar la Misa.

Pero nosotros los católicos fieles al Papa y a la Iglesia a Él unida, debemos tener un grandísimo amor a María y defender sus prerrogativas contra viento y marea, aunque nos veamos despreciados y ridiculizados incluso por los de adentro de la Iglesia.

El demonio odia a María en cierta forma más que al mismo Dios, puesto que fue Ella quien lo suplantó a él en el puesto más alto de todo lo creado. Y Satanás no puede soportar que haya sido vencido por una débil criatura de mujer, muy inferior a él por naturaleza, y por eso busca todos los medios de alejar a la Virgen del corazón de los hombres. Esta es una clara señal de que estamos llegando a la cúspide del dominio del demonio sobre el mundo.

¡Ven Señor Jesús!


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Sepan, en primer lugar, que en los últimos días vendrán hombres burlones y llenos de sarcasmo, que viven de acuerdo con sus pasiones, y que dirán: "¿Dónde está la promesa de su Venida? Nuestros padres han muerto y todo sigue como al principio de la creación". Al afirmar esto, ellos no tienen en cuenta que hace mucho tiempo hubo un cielo, y también una tierra brotada del agua que tomó consistencia en medio de las aguas por la palabra de Dios. A causa de esas aguas, el mundo de entonces pereció sumergido por el diluvio. Esa misma palabra de Dios ha reservado el cielo y la tierra de ahora para purificarlos por el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los impíos. Pero ustedes, queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.  (II Pedro 3, 3-9)

(Vea cómo Consagrarse al Corazón Inmaculado de María)