Actualizado el martes 13/AGO/24

Signos de los tiempos

El humo del Infierno. 

Si el Papa Pablo VI ha dicho que el humo del Infierno entró en la Iglesia, tenemos que saber que este humo es la soberbia, y que ha afectado especialmente a los miembros de la Jerarquía y a teólogos presuntuosos que ya no quieren obedecer al Magisterio.

Por eso en estos tiempos hay una gran rebelión. Y ya sabemos quién fue el primer rebelde, Satanás, que de ángel de luz se convirtió en ángel de las tinieblas, de generador de luz a generador de las más pavorosas tinieblas.

Así sucede hoy también a muchos miembros de la Jerarquía de la Iglesia, que son como esas estrellas que el Dragón arrastra con su cola en el Apocalipsis y que las precipita sobre la tierra, y en realidad caen más abajo que la tierra.

Falta humildad en lo alto y en lo bajo. Cada uno se quiere guiar por sí mismo, y así cae en las garras del Maligno, que es espíritu de soberbia y de rebelión.

Entonces cuando veamos que esto sucede en el mundo y en la Iglesia, sepamos que el demonio está cosechando víctimas en todas partes, pues es el tiempo de su triunfo. Pero no podrá pasar la medida que Dios ha decretado, y cuando llegue el momento será aplastado por el pie virginal de María.

¡Ven Señor Jesús!


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Sepan, en primer lugar, que en los últimos días vendrán hombres burlones y llenos de sarcasmo, que viven de acuerdo con sus pasiones, y que dirán: "¿Dónde está la promesa de su Venida? Nuestros padres han muerto y todo sigue como al principio de la creación". Al afirmar esto, ellos no tienen en cuenta que hace mucho tiempo hubo un cielo, y también una tierra brotada del agua que tomó consistencia en medio de las aguas por la palabra de Dios. A causa de esas aguas, el mundo de entonces pereció sumergido por el diluvio. Esa misma palabra de Dios ha reservado el cielo y la tierra de ahora para purificarlos por el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los impíos. Pero ustedes, queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.  (II Pedro 3, 3-9)

(Vea cómo Consagrarse al Corazón Inmaculado de María)