VI
MENSAJES ACERCA DE LA REPARACIÓN
¿Qué clase de reparación pide Jesús?
1. Ayuno y oración. Jesús dijo: “Estoy buscando a mis hijos y deseo pedirles que ayunen y oren. No deben decir solamente oraciones convencionales, sino estar Conmigo, hacer penitencia, rezar el rosario, y hacer todo esto unidos al Corazón Inmaculado de mi Madre. En los conventos debe haber adoración del Santísimo sacramento día y noche.
2. El clero no debe ostentar títulos y debe donar todas sus propiedades a los pobres (solamente el cardenal Mindszenty cumplió con este deseo de Nuestro Señor).
3. Muchos de mis hijos fervientes deberán formar grupos de oración con el objeto de consolarme junto con mi Madre Inmaculada.
4. Es un consuelo para Mí que la imagen de mi Madre esté acuñada en su moneda, pero más gusto me daría si cada persona la llevara grabada en su corazón.
5. La blasfemia debe cesar, es el pecado más abominable de la lengua.
6. Recen la Gran Novena Doble, para alcanzar muchas gracias y honrarme a Mí y a mi Madre Inmaculada.
7. Deseo la devoción a mi Madre como la Reina Victoriosa del Mundo.
8. Que la jerarquía construya un lugar para Mí, donde Yo derrame mis gracias y desde donde Yo deseo llamar a mis queridos hijos pecadores de todo el mundo para que se arrepientan (la capilla de la reparación).
¿Cómo fueron recibidas estas peticiones?
Muchas almas fervorosas empezaron a hacer reparación. Las autoridades tomaron bastante tiempo para examinar los mensajes, así que el llamado para la reparación se retrasó y la organización de la reparación realmente no comenzó nunca. El Señor pedía que la reparación empezara dentro de un período de tres años. “Sean valientes –apremiaba-. No rechacen mi voluntad, porque mi deseo es atraer de nuevo a mi Corazón a mi pueblo errante. ¡No pidan que les pruebe mi plan con un milagro! Si ustedes creen, se salvarán. Si no, sufrirán las consecuencias”. (Esto dijo al principio de la Segunda Guerra Mundial).
La jerarquía reaccionó diciendo: “No podemos repartir nuestras propiedades porque si lo hacemos no podremos ayudar a los pobres”. Además, dijeron que la reparación no podía empezar entonces, sino cuatro o cinco años más tarde.
Jesús contestó:
–Hija mía, diles que la reparación debe empezar inmediatamente, para que Yo pueda salvar de su relajamiento moral a mis sacerdotes y a mis hijos pecadores y llevarlos a una vida de santidad. De lo contrario, no dejaré sus pecados sin el castigo debido. ¿Están ustedes dispuestos a hacerse responsables de aquellas almas que se perderán a causa de sus pecados? ¡Piénsenlo tres veces antes de dar su respuesta!
– ¡Vengan y tráiganme almas! ¡No tengan miedo de trabajar! ¿Se maravillan ustedes que una madre quiera salvar a sus hijos de un peligro mortal? ¿Acaso no es mi Amor más grande que el de una madre? ¡Ámenme como Yo los amo! ¡Deseen lo que Yo deseo! ¡Arrepiéntanse y hagan penitencia! ¡Confíen en Mí y ámense los unos a los otros!
Le pregunté a Jesús cómo debería hacerse la reparación.
–Con fe y perseverancia –me respondió-. Si en algún momento se sienten cansados o están preocupados o sienten frialdad, dirijan su mirada a la cruz o al sagrario. Cada uno debe comprender que la gente vive únicamente por mi voluntad y por mi amor. Yo soy el Amor y el fruto de mi Amor es la paz y la alegría. Quiero regalar al mundo los frutos de mi Amor: la paz y la felicidad. Si no hacen penitencia, el mundo entero irá a la ruina por causa del pecado. La guerra no es solamente el castigo por el odio entre las naciones sino también el castigo por los pecados de la humanidad.
Entendí que el mundo entero debía ser lavado del pecado y le pregunté as Jesús por cuánto tiempo debíamos hacer penitencia. “Hasta el fin de su vida”, me contestó.
Esta petición para la reparación nunca fue aceptada oficialmente como Jesús la pedía. Se quedó decepcionado cuando vio que su petición era desatendida y me dijo:
–Hija mía, escribe con tu propia sangre a aquellos a quienes les interese: “lo que Yo deseo, lo llevaré a cabo; lo que quiero, lo realizaré; si no será por ellos, será por medio de otros. Las rosas que he sembrado en esta nación manchada de sangre florecerán, si no ahora, más tarde”. ¡Almas ingratas y tercas, consagradas a Mí! Ya que han desobedecido mi designio, caerán sobre ustedes los golpes de mi justicia. Pero no sólo sobre ustedes, sino también sobre todo el mundo, que sufrirá por la falta de reparación.
Vi que después de la Segunda Guerra Mundial habría un gran caos y odio entre las naciones. Más aún, llegaría inclusive hasta la Iglesia, por el pecado y la falta de fe. El Señor Jesús me dijo entonces:
–La mano derecha de mi Padre aniquilará a todos aquellos que, a pesar de la efusión de la gracia, no se arrepientan.
Vi la catástrofe que aguardaba al mundo y la ruina de muchas almas. La mayor parte del mundo se había convertido en una ruina. Cuando Jesús vio mi espanto, me consoló diciendo: “¡Esto no sucederá si el mundo se arrepiente! Yo conservo el mundo sólo por la reparación de los justos”.
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