Ser buenos
Lo que Dios nos pide es que seamos buenos. ¿Y cómo somos buenos? Cumpliendo los Diez Mandamientos y las enseñanzas de Jesús en el Evangelio. Porque Dios quiere que seamos parecidos a Él que es el Bueno.
Pero en esta vida también está Satanás que quiere que odiemos y seamos malos, para arrastrarnos a la perdición y condenarnos junto a él en el Infierno eterno. Por eso, con la permisión de Dios, Satanás nos pone multitud de pruebas en el camino de la vida para que dejemos de ser buenos y odiemos y no perdonemos y pequemos. Entonces hay que abrir el ojo y espabilarse, para no seguirle el juego al demonio, sino contraatacar con la oración frecuente, que desarma al maligno y nos ayuda a pasar airosamente las pruebas que el diablo nos pone en el camino.
Tenemos que seguir siendo buenos aunque nos pase cualquier cosa. Y justamente el demonio nos hará blanco de sus ataques cuando más buenos seamos o tratemos de ser. Por eso él dejará en paz a los que ya tiene en su poder, a los que odian, a los que pecan, e incluso les dará bienes materiales y logros temporales para asegurarse de tenerlos para siempre atrapados y luego vengarse en el momento oportuno o en el Infierno adonde piensa arrastrarlos.
Así se puede entender ese pasaje del Evangelio donde Jesús dice de sus seguidores que beberán un veneno y no les hará ningún mal. Ese veneno serían las injusticias que, como veneno se mete en la sangre y hace que nos rebelemos y brote el odio. Pero si somos fieles a Cristo y oramos y frecuentamos los sacramentos, entonces ese veneno, esas injusticias no nos harán ningún mal y perseveraremos en el bien y seguiremos siendo buenos para merecer al fin el Paraíso.
¡Ave María purísima!
¡Sin pecado concebida!
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