Dispuestos.
Con el paso del tiempo y viviendo bien, nos vamos como acomodando a este mundo como si él fuera el único y nuestra patria definitiva.
Efectivamente nos arraigamos a la tierra en que vivimos, a los parientes, amigos, a los bienes materiales y no caemos en la cuenta de que un día podríamos perder una o varias de estas cosas.
Sería bueno que de vez en cuando hiciéramos el ejercicio de despojarnos, imaginariamente, de todo lo que tenemos, como si la muerte nos sorprendiera y tuviéramos que dejarlo todo. No es nada descabellado hacer este ejercicio porque efectivamente puede convertirse en realidad en cualquier momento. Vemos cómo en la historia de Job, Dios permite que este justo pierda en poco tiempo a sus parientes, sus riquezas y hasta su salud.
¿Y qué dijo Job ante tanta desgracia? Las palabras de un justo: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Bendito sea el Señor. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿por qué no vamos a aceptar también los males?”
Por supuesto que el mal no viene de Dios, nunca viene de Dios, sino del Maligno, pero Dios lo permite por razones que a veces comprendemos, pero que otras veces sólo entenderemos en el más allá.
Hagamos, entonces, de vez en cuando, o muy frecuentemente, este ejercicio de la imaginación, de haber perdido todo. Y entonces no sólo daremos más valor a lo que tenemos, y lo miraremos con otros ojos, sino que aprovecharemos los bienes de fortuna para hacer buenas obras, porque sólo nos llevaremos a la otra vida lo que hayamos hecho de bueno y de malo. Amaremos mejor a nuestros parientes y amigos, disfrutando de ellos mientras los tenemos vivos, y estaremos contentos de nuestra poca o mucha salud que poseemos, porque muchas veces no nos damos cuenta de todos los bienes que tenemos y nos preocupamos por tonterías y naderías, y cualquier cosa nos quita la paz.
Disfrutemos de lo que tenemos, pero también estemos dispuestos a dar a Dios lo que pida, ya sean bienes materiales, parientes, amigos o salud.
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"El que no vive como piensa, termina pensando como vive"
Jesús dijo a sus discípulos: No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el reino de los cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande. (Mt 7, 21. 24-27)
Se acercó un hombre a Jesús y le preguntó: “Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos”. “¿Cuáles?”, preguntó el hombre. Jesús le respondió: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mt 19, 16-19)
Esta sección es creada el 26 de enero de 2010, memoria de los Santos Timoteo y Tito, a quienes se la encomendamos. En ella iremos viendo todo lo que necesitamos saber para un vivir católico, es decir, para vivir en gracia de Dios hasta la muerte y salvarnos e ir al Cielo y evitar el Infierno.