Nos entretiene.
El demonio, con tal de que no recemos, de que no nos ocupemos de salvar almas y en primer lugar la nuestra, nos entretiene con mil pretextos, aparentemente cosas importantes, ocupaciones, trabajos, y actividades que parecen impostergables, y así nos va alejando cada vez más de Dios, como el león, que para devorar a su presa la va alejando cada vez más de la manada.
Estemos atentos con esta táctica del enemigo, pues siempre la utiliza y le sabe dar muchos frutos. Por eso es tiempo de que nos despertemos de este sopor en que nos envuelve la actividad y empuñemos las armas de la oración, de la meditación, y empecemos a hacer apostolado, con la palabra, con las obras, sobre todo viviendo bien el Evangelio, y también ofreciendo los sufrimientos de cada día.
Lo más importante en este mundo es salvar el alma, y todo lo demás es una nadería, aunque parezcan cosas graves.
Ya lo ha dicho el Señor a Marta, cuando importunó a María que escuchaba a los pies de Jesús. Y verdaderamente una sola cosa es necesaria, nuestra salvación; y en segundo lugar, le sigue la salvación de nuestros prójimos. Para esto estamos en este mundo. Dios no nos ha creado para que estemos perezosos viendo pasar la vida sin tomar parte en la acción conjunta de la Iglesia contra el Infierno.
Aprendamos estas cosas y estemos atentos porque es fácil caer en este enredo que tiende el Maligno a las almas buenas, porque a las almas malas las entretiene en el pecado grave; pero a los piadosos les busca miles de ocupaciones y trabajos, aparentemente importantes, con tal de tenerlos ocupados para hacerles descuidar la vida de piedad.
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Todos los males individuales, familiares, nacionales y mundiales, vienen de no practicar lo que dice el Santo Evangelio.
Ya lo dice Jesús mismo, que el hombre que escucha sus palabras pero no las practica, se parece a uno que edificó su casa sobre arena, y que al soplar los vientos, desbordarse los ríos y embestir contra la casa, ésta se desmorona y queda una gran ruina.
Pues así sucederá con aquel que oiga o lea el Evangelio, pero que no se esfuerce en practicarlo. Se encontrará que al final de su vida, su casa, es decir, su alma, estará en ruinas. Y ya sabemos para qué son buenas las ruinas, para demolerlas del todo porque no sirven para nada. Y así será para nuestra alma, que será desechada para siempre en el Infierno.
Obrar de acuerdo al Evangelio, es lo que nos hará felices en el Cielo y ya desde esta vida, porque no hay nadie que sea más feliz que aquél a quien su conciencia no le reprocha nada.
Y por otro lado, quien no actúe de acuerdo al Evangelio, será infeliz para siempre en el Infierno, y su infelicidad ya comenzará desde esta vida terrena.
Por eso en esta sección, creada el 11 de Septiembre de 2011, iremos exponiendo las enseñanzas del Evangelio y el modo de llevarlas a la práctica en nuestra vida cotidiana, para hacerlas carne en nosotros y así edificar la casa sobre roca.