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Vivir la Misa

Hay que vivir la Misa. En primer lugar la tiene que vivir el Sacerdote que la celebra, porque si no se compenetra de que en sus manos consagradas se repite el prodigio de la Encarnación del Verbo, entonces queda sin fruto.

¡Qué distinto es, en cambio, cuando el Sacerdote está convencido de que se hace corredentor con Cristo Redentor, que se ofrece en el altar por la salvación de los hombres!

También los fieles laicos deben vivir bien la Misa, ofreciéndose a Dios junto a Cristo, y así habrá un derrame de gracias celestiales sobre el mundo, sobre los pecadores y sobre todos.

No es casualidad que en el sueño de Don Bosco de las dos columnas, una de ellas estuviera coronada por la Eucaristía, señal de que la Iglesia Católica, figurada en la barca de ese sueño, debe anclarse en la Misa para poder resistir a los enemigos externos e internos.

Y cada católico debe hacer de la Misa el centro de su vida, comulgando lo más frecuentemente que pueda, porque la Santa Misa es el mayor exorcismo, que nos defiende de los demonios y nos obtiene innumerables favores celestiales y hasta materiales, cuando ellos no son obstáculo a nuestra salvación y santificación.

Y como la Misa es para el mundo lo que el sol es para la tierra, así el demonio se ha ensañado con ella, atacando en primer lugar a los Sacerdotes, que son quienes tienen la potestad, superior a los ángeles, de celebrar la Misa.

El diablo sabe que atacando al Sacerdote, hace caer a muchísimos fieles. Y basta ver cómo son celebradas algunas Misas, para darnos cuenta de que el demonio ha trabajado muy bien en esta tarea.

Misas que son celebradas a tiempo récord, pensando en cualquier cosa, por costumbre, a las apuradas, sin hacer ni siquiera un momento de acción de gracias luego de ella. ¡Y claro! ¿De qué se agradecerá, si no se ha recibido nada, por la poca o ninguna preparación y disposición?

Recordemos que el Anticristo, cuando aparezca, abolirá el Sacrificio perpetuo, es decir, la celebración de la Santa Misa. Él dirá que es sólo la Cena del Señor, y no un Sacrificio real, y por ello, acogiendo la doctrina protestante, será dejada de celebrar la Misa al menos durante tres años y medio.

Pero ya San Padre Pío nos ha dicho que es más fácil que la Tierra se rija sin el sol, que sin la Santa Misa. Por ello no será raro que en esos tiempos del Impío, en el mundo ocurran cosas tremendas, ya que los elementos serán sacudidos, pues si el mundo todavía no fue aniquilado, se debe a la celebración constante de la Misa, que sostiene al mundo y repara por tantos pecados de la humanidad.

Entonces si queremos una Cristiandad hoy, no debemos buscar cosas nuevas, sino volver a las fuentes de la Verdad, volver a valorar y apreciar la Misa.

Si el Sacerdote no es consciente del misterio que se cumple en sus manos, se parece a aquel sacerdote del Templo de Jerusalén, que recibió al Niño Jesús en sus brazos para ofrecerlo a Dios, pero no se percató de a Quién tenía en sus manos. En cambio dos personas laicas, Simeón y Ana, sí que lo sabían.

Por eso a veces hay muchos seglares que viven mejor la Misa que algunos Sacerdotes, que tratan a Jesús Eucaristía como si fuera una "cosa", y no como a Dios Sacramentado.

Del trato que le demos a Jesús Sacramentado dependerá cómo será nuestro destino y los destinos del mundo. Por ello no es cosa de poca monta revalorar la Misa, vivirla cada vez mejor, y ofrecernos con Jesús en el altar por la salvación del mundo, porque Dios perdona a muchos malos, por el sacrificio de unos pocos buenos.

 

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