Rezar en la iglesia
En la iglesia está Jesús Eucaristía, escondido en el Sagrario, y por eso el mejor lugar para rezar es en la iglesia, ya que estamos en presencia de Jesús vivo en las hostias consagradas. Porque la iglesia está construida en primer lugar para Jesús, y luego también para los fieles. Así que el Dueño de casa es Jesucristo, que mora en nuestros templos católicos, y nos espera día y noche para que vayamos a rezar ante Él, a hablar con Él como con nuestro mejor amigo. Dios está en todas partes. Pero especialmente mora en nuestros templos, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Además Jesús está presente cuando dos o más se reúnen en su Nombre. Y en la iglesia nos reunimos a rezar y a participar de la Santa Misa, y por eso no hay mejor lugar para ir a rezar que en nuestras parroquias y capillas. El silencio que hay en ellas y el recogimiento, nos ayudan no poco a concentrarnos para rezar mejor, y estar a la escucha de lo que el Señor, desde el Sagrario, nos quiere decir. La paz está en nuestros templos, porque en ellos vive el Príncipe de la Paz, Jesús Sacramentado. Y esa paz nos la transmite el Señor y volvemos a nuestras casas con la alegría en el corazón y el alivio en la mente y en el alma.
Rezar en nuestra habitación.
Ya el Señor nos ha dicho en el Evangelio que cuando recemos nos retiremos a nuestra habitación y cerremos la puerta, para estar tranquilos y hablar a Dios nuestro Señor, que ve en lo secreto y nos recompensa. ¡Qué dulce es retirarse del tumulto de la gente y de la compañía humana, para entrar en compañía con Dios mismo y con el mundo espiritual! Porque si bien muchas veces podemos vivir en presencia de Dios aún en medio del ruido, también es cierto que el silencio y la tranquilidad nos ayudan mucho para comunicarnos con Dios y hacernos receptivos a las inspiraciones del Espíritu Santo, y esto lo logramos cuando nos retiramos a nuestro cuarto. Es conveniente que tengamos en nuestra pieza una especie de altarcito con alguna imagen piadosa de nuestro gusto, una cruz y un reclinatorio de ser posible, y allí retirarnos a menudo a hablar con Dios, no sólo rezando oraciones ya hechas como el Santo Rosario y otras, sino lo que es muy importante, hablando con Dios como con nuestro mejor Amigo, que nos comprende, nos ha creado y nos entiende y se interesa por todo lo nuestro como si para Él fuéramos nosotros solos quienes existimos en el universo.
Rezar a los pies del Sagrario.
No hay oración más eficaz que la que se hace a los pies del Sagrario, a los pies de Jesús Sacramentado, porque allí está el mismo Dios, escuchándonos y dándonos a manos llenas todo lo que necesitamos. Y no sólo eso, sino que al estar tan cerca de Jesús Eucaristía, vamos siendo curados de todas las cicatrices que nos han dejado el pecado y los traumas y desgracias de todo tipo, que necesariamente hemos tenido que pasar en esta vida. A los pies del Tabernáculo estamos muy cerca de Dios, porque si bien Dios está en todas partes, especialmente está en las hostias consagradas, ya que allí mismo está Jesús, Dios y Hombre verdadero, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y alrededor de Él están su Madre, la Santísima Virgen María, los ángeles, los santos y las almas purgantes. Así que no hay mejor lugar en esta tierra, para ir a rezar, que a los pies de Jesús Eucaristía. Y ¡mucho mejor si es en una capilla de adoración perpetua o en una hora santa donde Jesús Sacramentado es solemnemente expuesto a la adoración de los fieles! Vayamos a los pies de Jesús, que ha querido quedarse en la Hostia para escucharnos y compartir con nosotros este peregrinar terreno, esta lucha que es la vida del hombre sobre la tierra. Y pidamos allí, a sus pies, todo lo que nos haga falta. No andemos con pequeñeces, sino pidamos a lo grande, porque estamos en presencia del Rey del Cielo y de la Tierra, del Dios que todo lo puede, que nos ama infinitamente y que nos quiere colmar de gracias y favores muy especiales.
Rezar al aire libre.
Toda la creación es como un gran templo para poder rezar a Dios, porque en la creación está la huella del Creador, y a través de las cosas y de las criaturas, podemos elevar una plegaria de agradecimiento y de alabanza a Dios Creador. Por eso es muy importante que de vez en cuando salgamos a dar un paseo por la naturaleza y nos comuniquemos con Dios, ya sea rezando el Rosario mientras caminamos, o simplemente hablando con el Creador, exultando de gozo al ver las maravillas que ha creado para los hombres, gozando del sabor de una fruta tomada del árbol que tenemos al paso, y tantas otras maneras que tenemos de adorar a Dios disfrutando de sus dones. Porque hay que recordar que ya nos dice el Apóstol que ya comamos, ya bebamos, o ya hagamos cualquier otra cosa, las hagamos todas para gloria de Dios. Así que si damos un paseo por el jardín o por el bosque, no nos olvidemos de Dios, que ha creado todo ese paisaje maravilloso para nosotros, sabiendo que nosotros pasaríamos por allí. Gocemos de la alegría de las criaturas, de los pajarillos, de los perritos, gatos, etc., porque los animales siempre están alegres y nos ayudan a ser agradecidos con Dios, como ellos son agradecidos con nosotros los hombres cuando les esparcimos migas, o les damos huesos y comida. También Dios, a nosotros nos provee de todo lo necesario y debemos darle gracias, y ¡qué mejor que dar gracias al Señor por medio de la oración!
Rezar en el trabajo.
Sí, aunque parezca mentira, también debemos rezar en el trabajo. Y no se trata de que descuidemos las obligaciones del trabajo para ponernos a rezar el Rosario, sino que mientras trabajamos, no debemos olvidarnos de Dios, y de vez en cuando, lanzar una mirada del corazón al Cielo, diciendo, más con el alma que con los labios, alguna jaculatoria, una frase de amor a Jesús o a María. Si rezamos en la oficina, en el taller, en la fábrica, entonces santificaremos el ambiente de trabajo, y recordaremos que con nuestro buen ejemplo tenemos que evangelizar a nuestros compañeros de trabajo, y también a los patrones o superiores. Pero si trabajamos sin hacer de vez en cuando un acto de amor y de fe a Dios, la rutina nos llevará lejos de Dios, y terminaremos la jornada laboral sin haber recordado ni siquiera por un momento a Dios. El pensamiento de Dios no distrae. Y si bien a veces el trabajo es tan absorbente que no nos deja pensar ni hacer nada fuera de él, también ésta será una forma de oración agradable al Señor, porque quien cumple a conciencia sus deberes de estado, está orando también de la mejor manera. |
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