Importancia de la Consagración LA PRÁCTICA Hemos visto la excelencia de la devoción al Corazón de Jesús; ahora resta averiguar lo que tenemos que hacer para lograr sus frutos en abundancia. Conocemos la mina; veamos la manera de explotarla. Dos grados En la práctica de la devoción al Corazón Divino hay que distinguir dos grados: el de práctica parcial, y el de práctica completa. El primero, que es el ordinario y corriente entre personas piadosas, consiste en ejercitar algunas acciones sueltas de amor o culto al Divino Corazón muy conocidas ya en la Iglesia; todo esto es cosa laudable, pues, además del obsequio que se rinde con ello a Nuestro Señor, casi todos esos actos llevan vinculadas particulares promesas, y de ordinario suelen ser preparación para cosas ulteriores. Pero no hay que caer en el error de pensar que en esto se halle cifrada toda la devoción al Corazón de Jesús; no, éste es un grado inferior, la devoción incompleta. Por consiguiente las grandes promesas, las excelencias magníficas, que en la primera parte vimos, como quiera que están hechas a la práctica completa, según consta del texto o contexto mismos, nadie tiene derecho a esperar que se realicen en él con sola la práctica fragmentaria. Es éste un punto muy digno de que se repare en él, porque de su mala inteligencia se puede hacer mucho daño a esta devoción divina. Se ven las grandes promesas; por error o por cualquiera otra causa se supone que toda la práctica consiste en aquella elemental; se advierte que, después de cumplir todo, las promesas no parece que se cumplan, y se saca la natural consecuencia de que en esta devoción debe haber buena dosis de exageración, quizás bien intencionada. Segundo grado Debemos decir aquí lo mismo que decíamos al principio respecto de la importancia; que, si alguien en este mundo ha podido conocer con perfección la práctica llena e íntegra y la ha llevado a la obra, han sido aquellas personas que han recibido del cielo la particular misión de manifestar y enseñar al mundo la devoción del Corazón de Jesús; por consiguiente, a sus escritos y a su vida hemos de acudir también. Ante todo se comprende que un asunto, al cual llaman algo así como una redención segunda, un último esfuerzo del amor de Dios para con los hombres, uno de los mayores negocios que se han tratado en el mundo, etc., etc., no habrá de venir a reducirse únicamente al rezo de algún Padrenuestro más en nuestras devociones diarias, a la colocación de otra imagen entre las muchas que tenemos en nuestras habitaciones, a unas cuantas comuniones, a alguna función de iglesia, o a cosas por el estilo. Ciertamente no está en eso, si nos atenemos a lo que dicen los maestros de este arte. Es preciso darle en la práctica la misma importancia que tiene en la teoría; es preciso que ocupe en nuestro aprecio intelectual, en nuestra estima afectivas en nuestra vida interior, en nuestras ocupaciones externas, en todo, aquel lugar preeminente que vimos tenía en los pensamientos divinos. Es preciso, en una palabra, tomar la devoción al Corazón de Jesús como ella es: como un sistema acabadísimo de vida espiritual, tan hermoso y eficaz como no creo que lo haya habido hasta el presente en la Iglesia; un sistema con el cual, sin necesidad de salir de su campo para nada, puede el hombre llegar, con la mayor rapidez y suavidad dentro del modo de ser de la vida del espíritu en la providencia actual, y de las condiciones personales de cada individuo, a la perfección cristiana y a la santidad elevada. ¿Qué hacer, pues, para ser devoto del Corazón de Jesús en esta segunda forma? Decimos que lo principal, lo que es como la raíz y el tronco, puestos los cuales, todo lo demás irá de suyo y fácilmente brotando, puede reducirse según los grandes amigos del Corazón de Jesús, a la consagración verdadera. LA CONSAGRACIÓN Y LA IGLESIA Que la consagración sea un acto muy principal en la devoción al Corazón de Jesús es cosa que no se puede negar. Toda la Iglesia En primer lugar basta echar una ojeada por la Iglesia, para ver cómo en esta devoción va siempre la idea de consagración envuelta. Consagración del género humano al Corazón de Jesús efectuada por León XIII, y mandada renovar todos los años por Pío X y Pío XI; consagración de las naciones: Ecuador, Colombia, España, Bélgica, Malta, varias otras Repúblicas americanas, Polonia, etc.; consagración de Provincias, diputaciones y ayuntamientos; de diócesis y parroquias; de Institutos religiosos, colegios, fábricas, buques y casas particulares; apenas hay función de Iglesia en obsequio del Corazón Divino, en que no se haga alguna consagración. Todo este movimiento prueba la persuasión en que está el mundo católico respecto al lugar preeminente y capital, que en la práctica de la devoción al Corazón de Jesús ocupa la consagración. Los que saben la providencia especialísima que sobre la Iglesia tiene el Espíritu Santo, para que en las cosas de la fe y de la moral no yerres comprenderán el grande valor que tiene tan general persuasión de todo el pueblo católico con sus jerarcas supremos a la cabeza. Para que nada faltase, Pío XI ha venido a confirmar recientemente esta idea en su Encíclica «Miserentissimus Redemptor». En ella, después de enumerar diversas prácticas de culto al Divino Corazón añade: «Ac inter aetera illa, quae proprie ad Sacratissimi Cordis Cultum pertinent, pia eminet ac memoranda est consecratio»... «Pero entre las otras prácticas, que propiamente pertenecen al culto del Corazón Sacratísimo, sobresale la consagración piadosa... y de ella debemos hacer mención». En seguida expone sumariamente el proceso de este acto, desde que por el Corazón de Jesús fue pedido a su sierva Margarita, hasta la consagración más solemne, cual fue la consagración del orbe llevada a cabo por el Papa León XIII. LA CONSAGRACIÓN Y SANTA MARGARITA Comenzamos por ella a causa de ser la fuente más copiosa y más completa que en este punto tenemos; pero ya antes de esta Santa aparece la idea de consagración al Corazón de Jesús con sus palabras formales. Así, v. g., San Juan Eudes, entre otros muchos pasajes, dice en unas letanías a los SS. Corazones, que se recitaban en el coro dos veces cada día en todas las casas de su Instituto desde el año mismo de su fundación (1643): «Te ofrecemos, donamos, consagramos, inmolamos nuestro corazón. Recíbelo y poséelo todo entero; purifícalo, ilumínalo, santifícalo, para que en él vivas y reines ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén». Este pasaje de San Juan Eudes está inspirado en Santa Gertrudis, en la cual ya se muestra la idea de consagración. Lo propio se diga de Santa Matilde, algunas de cuyas devotísimas oraciones al Corazón de Jesús son realmente consagraciones; v. g.: «Te ofrezco todos mis trabajos y sudores; te dedico todas mis angustias y miserias; te encomiendo mi vida y el fin de ella», etc. Y lo más curioso es que estas ideas parece que habían pasado a la devoción popular, pues, en un devocionario del siglo XV, escrito en alemán, y titulado: «Al dulce Corazón de Jesús», aparece repetidas veces la entrega de todo al Corazón sacrosanto. Pero volvamos a Santa Margarita. Habla muchísimo acerca de esta materia. Vamos a insertar al principio algunos pasajes largos, porque como después hemos de citar no pocas veces frases sueltas de algunos de estos lugares, nos ha parecido más leal que el lector pueda ver un poco más el contexto, para examinar, si quiere, la fuerza de las ideas aducidas; y a fin de no repetirlos cada vez, hemos creído conveniente ponerlos sólo al principio. Además procuraremos que los trozos sean de los más instructivos. Como alguien pudiera, quizá, pensar que la consagración perfecta no es para todas las personas, hemos de intento escogido cartas dirigidas a religiosas, religiosos, sacerdotes y casados. Descripción. (M. Soudeilles) Y viniendo ya a V. caridad, le diré sencillamente, como a una verdadera amiga en el adorable Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, que cuando pido por V. me viene este pensamiento: que sí desea vivir toda para Él y llegar a la perfección que de V. pide, es preciso hacer a su Sagrado Corazón un entero sacrificio de sí misma y de todo cuanto de sí depende, sin reserva, para no querer ya nada sino por la voluntad de este amable Corazón, nada desear sino por sus deseos, no obrar sino por sus luces, ni emprender jamás cosa alguna sin antes pedirle su consejo y su socorro; darle la gloria de todo y rendirle acciones de gracias así en el buen como en el mal resultado de nuestras empresas; quedar siempre tranquilas, sin inquietarnos por nada; pues si este Divino Corazón está contento (y es) amado y glorificado eso nos debe bastar. Y si desea ser del número de sus amigos, le ofrecerá este sacrificio de sí misma un Primer Viernes de mes después de la comunión, que con esta intención recibirá, consagrándose toda a Él, para darle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que en su mano estuviere, y todo ello en la manera que El le inspire. Después de lo cual no debe ya mirarse sino como perteneciente y dependiente del adorable Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; recurrirá a Él en todas sus necesidades, establecerá en Él su morada en cuanto le sea posible, y El reparará todo lo que pudiere haber de imperfecto en sus acciones y santificará las buenas, si V. se une en todo a sus designios, que son grandes sobre V. para pro curarse mucha gloría por su medio con tal que le deje V. hacer». Aquí tiene el lector una buena descripción, si bien no en absoluto completa, de la consagración al Corazón de Jesús; en ella habrá podido observar aquellas primeras frases: «si quiere V. vivir toda para Él y llegar a la perfección que desea de...» «Si desea ser del número de sus amigos, es preciso etc.»; manera de hablar que muestra la necesidad de este acto para entrar en la amistad especial del Corazón de Jesús, y recibir de lleno las gracias particulares vinculadas a su culto. Promesas. (M. Saumaise, etc.) A la M. de Saumaise escribía la Santa el 24 de Agosto de 1685, y tocante a la consagración le decía: «Vea, mi querida Madre, una ideíta que mi corazón, que tiernamente la ama, deposita de paso en el secreto del suyo. Le diré con sencillez que me parece haría V. una cosa muy agradable a Dios, st se consagrase y se sacrificase a este Sagrado Corazón, caso de que no lo haya hecho aún». «Es necesario comulgar un Primer Viernes de mes, y después de la santa comunión hacerle el sacrificio de sí misma, consagrándole todo su ser, para emplearse en su servicio y procurarle toda la gloria, amor y alabanza que estuviere en su mano. Vea, mi buena Madre, una cosa que pienso pide el Divino Corazón para perfeccionar y consumar la obra de la santificación de V.». A la M. de Soudeilles, Superiora de Moulins, le envía dos imágenes del Corazón de Jesús: una grande y otra pequeña, y le dice: «La pequeña podrá V. llevarla consigo con esta breve consagración que me tomo la libertad de enviarle, confesándole, mi querida madre, que se necesita amarla tanto como yo la amo, y estar tan persuadida de sus bondades como yo lo estoy, para proceder de este modo con V. Pero no puedo dejar de hacerlo por la idea que tengo, de que este Divino Corazón quiere ser el dueño absoluto del de V, a fin de que le haga honrar, amar y glorificar en su Comunidad...» «Además, le confieso no poder creer que las personas consagradas a este Sagrado Corazón perezcan, ni que caigan bajo la dominación de Satanás por el pecado mortal; quiero decir, si, después de estar dadas por completo a El, procuran amarle, honrarle y glorificarle, según toda su posibilidad, y se conforman en todo con sus santas máximas. No puede V. imaginarse los buenos efectos que esto produce en las a/mas que tienen la dicha de conocerlo por medio de este santo varón, que estaba todo dedicado a Él, y no respiraba sino para hacerle amar, honrar y glorificar. También pienso que esto es lo que le ha elevado a una perfección tan alta en tan poco tiempo» A su hermano Había enfermado gravemente un hermano de la Santa, párroco, y ella, interesada por su salud, pidió al Corazón Divino se la concediese, y en cambio prometía, en nombre del enfermo, con su permiso presunto, que los años de vida que le restasen los emplearía en trabajar por difundir este culto. Mejoró, y entonces su santa hermana dióle cuenta de lo hecho, y llegando a explicarle en qué consistía ser del Corazón de Jesús, no viene a proponerle otra cosa que la consagración personal. «Creo - le escribe - haberos hablado ya de esta devoción, que se ha establecido muy recientemente; mas como no me habéis contestado, no sé si os agradará lo que os dije. Mas paréceme que no hay camino más corto para llegar a la perfección que estar todo consagrado a este Corazón Divino, para tributarle todos los homenajes de amor, de honor y de alabanza de que seamos capaces. Esto es a lo que yo os he comprometido ahora». Todo ello he prometido - dice un poco antes - al Corazón de Jesús por vos, en el caso de que tengáis a bien dar vuestro consentimiento; y que os consagraréis todo a este Corazón adorable, para darle y procurarle cuanto amor, honor y gloria estuviere en vuestra mano, así por vos mismo, como por aquellos que se hallen a vuestro cargo». Como se ve nuevamente, para la Santa la práctica de la devoción al Corazón de Jesús, a que se hallan vinculadas todas aquellas promesas de rápida santificación personal, de que hablábamos, viene a reducirse a la consagración verdadera. A Luis XIV Haz saber al hijo primogénito de mi Sagrado Corazón que, como su nacimiento temporal ha sido obtenido por la devoción a los méritos de mi santa infancia, de la misma manera, él obtendrá su nacimiento de gracia y de gloria eterna, si hace una consagración de sí mismo a mi Corazón adorable, el cual quiere triunfar del suyo, y mediante él de los corazones de los grandes de la tierra. Quiere reinar en su palacio, ser pintado en sus banderas y grabado en sus armas, para hacerlas victoriosas de todos sus enemigos, humillar a sus pies esas cabezas orgullosas y soberbias, y hacerle triunfar de todos los enemigos de la santa Iglesia». Lo que propone aquí Santa Margarita al monarca francés es lisamente la consagración completa; y, sin embargo, es sabido que Luis XIV no era ningún alma pía; de donde se ve que la entrega al Divino Corazón no es solamente para personas dedicadas ya al Señor. Para todos Habla al P. Croiset de los deseos que tiene el Corazón de Jesús de ser conocido, y añade: «Pero me da a conocer ser este deseo tan excesivo que a todos aquellos que se consagraren y sacrificaren a Él para darle este placer, (a saber) de tributarle y procurarle todo el amor y la gloria que estuviere en su mano, siguiendo los medios que El les proporcione para ello, El promete no dejarlos perecer en modo alguno, ser para ellos un asilo seguro contra todas las emboscadas de sus enemigos, ya la hora de la muerte, sobre todo, recibirlos amorosamente; además pondrá su salvación en seguro, y tomará el cuidado de santificarlos y hacerlos grandes delante de su Padre Eterno tanto, cuanto trabajo se tomaren por extender el reino de su amor en los corazones». Toda la práctica de esta devoción viene, pues, a reducirse a la consagración íntegra, a la cual se vinculan hermosísimas promesas; ella además es propuesta a todo el mundo, sin exceptuar a nadie, ni a nadie en particular ceñirse. LA CONSAGRACIÓN Y OTROS AMIGOS DEL CORAZON DIVINO Los compañeros de la Santa B. La Colombière. - Este camino han seguido después todos los grandes amigos del Corazón de Jesús. Así, p. ej., lo podemos observar en el B. P. de La Colombière. En efecto, el 16 de Junio de 1675 recibía Santa Margarita la tercera de las grandes revelaciones del Sagrado Corazón, en la cual Este le decía entre otras cosas: «Dirígete a mi siervo el P. de La Colombière, y dile de mi parte que haga cuanto le sea posible por establecer esta devoción y dar ese placer a mi Corazón. Que no se desanime por las dificultades que en ello ha de encontrar, porque ésas no faltarán; pero debe saber que es omnipotente aquel que desconfía enteramente de sí mismo, para fiarse únicamente de Mí». Esto acaecía, como dijimos el 16 de Junio; pues bien, el 21 del mismo mes, viernes después de la octava del Corpus, día en que el Sagrado Corazón quería se celebrase su fiesta, el P. La Colombière, deseando «aplicarse en seguida - como escriben las Contemporáneas - al ministerio que Dios acababa de confiarle, y para desempeñarlo sólida y perfectamente quiso comenzar por sí mismo. Se consagró, pues, enteramente al Sagrado Corazón de Jesús, y le ofreció todo cuanto él creyó en sí capaz de honrarle y de agradarle». Y cuán de veras lo hizo, él mismo lo refiere en sus Retiros: «Me he impuesto - escribe - como una le el pro curar por cuantas vías sean posibles la ejecución de lo que me fue prescrito de parte de mi adorable Salvador... He conocido que Dios quería le sirviese en procurar el cumplimiento de sus deseos, tocante a la devoción que ha sugerido a una persona a quien se comunica muy confidencialmente, y para la cual se ha querido valer de mi flaqueza. Ya la he inspirado a bastantes personas en Inglaterra y he escrito a Francia... ¡Que no pueda yo, Señor, estar en todas partes y publicar lo que esperáis de vuestros servidores y amigos!». Como se ve, el P. La Colombière apenas le constó con claridad la voluntad del Corazón de Jesús, abrazó resueltamente su devoción, y el primer paso que dio fue consagrarse por completo. Igual camino siguió aquella otra alma apóstol, Madre María Francisca Saumaise, que, desde el retiro del claustro y sin que apenas pudiese nadie advertirlo, trabajó incansablemente. «Antes de poner manos a la obra - escribe el P. Yenveux - quiso hacer una consagración especial de sí misma al Sagrado Corazón. Este es, ciertamente, el primer acto que el Divino Corazón exige a sus apóstoles». Al P. Croiset ya vimos cómo exigía Santa Margarita la consagración el día que ofreciese su primera Misa, y sin duda así lo hizo; de hecho se conserva su fórmula, que es muy hermosa por cierto y en parte está tomada de la de Santa Margarita. El P. Hoyos y sus compañeros Si de estos primeros compañeros de Santa Margarita pasamos al grupo de apóstoles españoles, encontraremos ideas y modo de obrar idénticos. El 3 de Mayo de 1733 recibía el P. Bernardo de Hoyos la primera idea del culto al Corazón de Jesús, y el 12 de Junio del mismo año, día señalado para esta divina fiesta, firmaba su consagración con la misma fórmula del P. de La Colombière. Merecen copiarse las palabras de su biógrafo: «Ya desde que conoció su culto - escribe - había deseado consagrarse a con la devota fórmula del P. Claudio de La Colombière que vio en la obra del P. Gallifet; mas parecióle mejor aguardar a este día, como tan solemne y propio para su consagración. Hízola el 12 de Junio de 1733 en San Ambrosio de Valladolid, durante la Misa y a los pies del Señor Sacramentado, firmándose luego en el papel que, según aparece del original, estaba escrito en latín: Dilectas et amantissimus discipulus Cordis Sacrosanti Jesu, Bernardas Franciscas de Hoyos». Al tiempo de pronunciar la fórmula «sentí», dice él, «la presencia de las tres Santas y del discípulo amado, San Juan Evangelista; entendí recibía el Corazón de Jesús el sacrificio; y al firmar, conocí por un modo suavísimo, no tanto de visión cuanto de tacto o experiencia palpable, que Jesús escribía mi nombre en su Corazón». Poco después decía el mismo Bernardo a - su director, el P. Juan de Loyola: «Remito - dice - la copia de la fórmula con que el P. La Colombière se consagró al Corazón de Jesús, siguiendo a la y. M. Margarita, que lo hizo así por mandato del Señor. El día de la Asunción de nuestra Madre con este jurídico instrumento protestará V. R. a los dos divinos Corazones, (porque lo que se hace por el Corazón de Jesús se hace consiguientemente por el de su Madre) su amor y deseos de su mayor gloria y quedará ese mi corazón nuevamente obligado por esa ley suave de amor al Corazón de Jesús. A la V. Margarita declaró el Señor lo agradable que era a su Corazón esta oferta, y a mí me lo ha confirmado con soberanas luces. V. R. firmará en el papel su amor, y Jesús en su Corazón el suyo para con V. R., y con su sangre divina rubricará la escritura divina de obligación de su Corazón, que mutuamente otorgará en aquel día en favor de V. R.». El día de la Asunción, en efecto, se consagraba el P. Juan de Loyola. Siguióle en seguida el intrépido misionero Pedro de Calatayud, el P. Provincial Juan de Villafañe, y otros veinte o más sujetos notables: «los primeros hombres de nuestra Provincia de Castilla», como escribe el P. Loyola; de forma que podemos decir con el P. Uriarte, historiador de estos sucesos, al hablar de aquella primera legión de apóstoles del Corazón de Jesús: «Tenemos... establecido el primer medio en el ofrecimiento total y voluntario de sí al Corazón deifico, que pudiéramos decir la jura de su real bandera. Esta debía hacerse indispensablemente, por todos los alistados en su defensa: y es admirable por demás el empeño de Bernardo en que se hiciese con la mayor solemnidad y urgencia». M. María del Divino Corazón Esta alma privilegiada, que habla de ser el instrumento escogido por el Corazón Divino para la consagración del mundo, ocioso será inquirir si daría importancia a esta fundamental práctica. Mas la primera consagración puede decirse que no la hizo ella, sino que casi todo fue obra del Divino Corazón. Es interesante episodio, porque muestra claramente los dos estadios de devoción al Corazón de Jesús. El primero es el de la devoción corriente, que ella empezó a tener desde pequeña. «No me acuerdo - escribe - en qué momento comencé a conocer y amar al Corazón de Jesús. Las primeras imágenes que recuerdo haber visto en las habitaciones de mis padres y de mis hermanos fueron las del Sagrado Corazón de Jesús y la Santísima Virgen. También recuerdo cómo el mes del Sagrado Corazón era celebrado en nuestra Capilla, cuando yo era todavía muy pequeña. Se levantaba un altar, se le rodeaba de gran número de flores y velas, y se colocaba una estatua del Sagrado Corazón casi de tamaño natural. Siempre experimentaba yo una grande impresión cuando se sacaba la estatua de la caja en donde se guardaba. Este era para mí un día de gran fiesta. Podía tener entonces como siete u ocho años, o quizá menos. Esta imagen, unida al Santísimo Sacramento que se hallaba al lado, se imprimía en mi corazón, y poco a poco Nuestro Señor me atraía a Sí». Consagración perfecta Esto era a la edad de siete u ocho años o quizá menos; a los veintiuno (1884) comienza la segunda fase de la devoción al Corazón de Jesús la consagración completa. Veamos cómo refiere ella misma este suceso: «Oraba yo en la Capilla la mañana de la fiesta del Corazón de Jesús delante de esta imagen, a la cual desde mi infancia tenía tanta devoción. El mismo día se celebraba la octava de la fiesta de San Antonio, titular de la Capilla. El Santísimo Sacramento estaba expuesto. La imagen del Corazón de Jesús, rodeada de flores y de velas, se encontraba muy cerca del altar, del lado del Evangelio, y al orar delante de ella podía de una sola mirada ver también la sagrada Hostia en la custodia... Acababa de comulgar y, toda unida a Nuestro Señor, estaba embriagada de las delicia de su Corazón, cuando El con una voz que no se deja oír con los oídos del cuerpo, sino con esa voz interior que yo no conocía todavía y que hoy me es tan familiar, me dijo: Tú serás la esposa de mi Corazón». «No puedo decir lo que sentí; quedé consternada, anonadada, confundida, y al propio tiempo inundada de las olas de su amor. ¡Qué dichosos instantes! ¡La esposa de su Corazón! Pero ¿cómo? ¿cuándo? ¡Y yo tan pobre, tan miserable! ¡Oh mi Jesús! Vos solo sabéis lo que pasaba entre nosotros, y nadie lo comprenderá jamás». «El velo que cubría mi porvenir se levantó a estas palabras, bien que no lo comprendiese del todo... A partir de este momento no pensaba más que en el Corazón de Jesús, como en mi Esposo. Puse su Imagen sobre mi reclinatorio y sobre mi pupitre. ¡Qué consuelo cada vez que miraba a mi Esposo, qué intimidad entre nosotros! Vivía con Él, le decía todo, y Él estaba siempre lleno de misericordia y de bondad». Aquí tiene el lector, como dijimos, las dos fases de devoción ordinaria y consagración completa. Claro está que en este caso el Señor fue quien por sí mismo hizo la consagración de su sierva, porque se trataba de un alma de misión extraordinaria; en los casos ordinarios habremos de hacerla por nosotros mismos con el auxilio del cielo. Aun esta santa religiosa renovó varias veces su consagración entera con fórmulas por sí misma preparadas. Conclusión En los testimonios precedentes tres ideas se repiten: Primera, que la consagración es cosa necesaria en la práctica de la devoción al Corazón de Jesús. Segunda, que de tal manera es importante y necesaria, que ser perfecto amigo del Corazón de Jesús y estar consagrado a Él, por entero, se toman como sinónimos. Tercera, que las grandes promesas del Corazón de Jesús son para las personas consagradas. No es que a las no consagradas se les prive de las gracias de este culto, pues sabemos que hay promesas, p. ej., la de los Primeros Viernes, que no exigen que el hombre esté consagrado; pero las excelentes y espléndidas, las que dan a esta devoción hermosa aquella grandiosa magnificencia, de que en la primera parte hablamos, ésas no se pueden esperar sin consagración entera. |
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