El pecado Gravedad. En estos tiempos los hombres hemos perdido el sentido de lo que es el pecado. Por los medios de comunicación social se inculca que el pecado ya no es pecado, y que es una forma de ejercitar la propia voluntad, de llegar a vivir en plenitud. Esta es una astucia del Maligno enemigo, que sabe que cuando en el mundo se llegue a la medida de pecado permitida por Dios, los castigos vendrán sobre la humanidad. No esperemos que en el demonio haya algo de piedad o de amor, sino que en él hay sólo odio. Y si Dios nos ha dicho que no pequemos, no es para hacernos la vida difícil, sino porque es por nuestro propio bien, cosa que quiere esconder el Maligno. Él usa siempre las mismas astucias, porque desde que cayó, no puede cambiar sustancialmente en su forma de actuar, y así como a Eva la quiso convencer de que Dios era injusto porque mandaba cosas arbitrarias, así también nos lo quiere hacer creer a nosotros y nos dice “muerde” el fruto prohibido. Y nosotros, pobres incautos, muchas veces mordemos, y con ello nos viene la ruina temporal y eterna. Recuperemos la conciencia del pecado, sabiendo que es el mal más grande que existe, y que todos los males tienen su origen en él.
Trampa. El pecado es una trampa que nos tiende Satanás para hacernos caer en sus redes, puesto que quien peca, se hace esclavo del pecado, y su vida entra en la órbita del demonio, el cual comienza a tener influencia en su vida y lo lleva cada vez más lejos de Dios y de la salvación. No cometamos jamás el pecado si no queremos caer en poder del Maligno, puesto que quien peca se hace su esclavo y el diablo hace valer sus derechos sobre él. Si tenemos la desgracia de cometer pecado grave o mortal, no nos quedemos en ese estado ni por un momento, sino hagamos al instante un acto de contrición perfecta, es decir, pedir a Dios perdón por amor a Él, porque con nuestro pecado lo hemos contristado, y hagamos el propósito de ir a confesarnos con un sacerdote lo antes posible. Si procedemos así, entonces mantendremos al demonio a raya y jamás tendrá poder sobre nosotros y nuestras vidas. Recordemos que por el pecado vienen todas las desgracias al mundo y a nuestras vidas, y en atención a ello no pequemos nunca y reparemos con nuestras buenas obras y con la penitencia, nuestros pecados pasados.
Verdadero mal. El verdadero mal de nuestro mundo es el pecado. Porque cuando uno peca, no sólo se daña a sí mismo, sino que daña a la humanidad entera, por cada acto pecaminoso atrae sobre sí mismo y sobre todos los hombres los castigos de Dios. Cuando pecamos nos ponemos en la órbita del demonio, que así puede influenciar en nuestras vidas y traernos toda clase de desgracias, problemas y sufrimientos. Para entender un poco lo que es el pecado, pensemos que por un solo pecado mortal el hombre merece un infierno eterno. Veamos la Cruz del Señor, lo que tuvo que sufrir un Dios para rescatarnos del pecado. ¿Y nosotros todavía pecamos con tanta facilidad? Es que el demonio ha sabido narcotizar a los hombres para que ya pierdan el sentido del pecado, e incluso que hasta lo consideren como un bien, un signo de adelanto y progreso. ¡Qué astuto es Satanás, porque él bien sabe que cuando la humanidad llegue a colmar la medida del pecado, la Justicia de Dios intervendrá y muchos se perderán en el tiempo y en la eternidad! Ahora se niega el pecado original, e incluso de niega que Adán y Eva fueran reales y que hayan existido. Pero ¿qué es lo que no niega esta generación incrédula y pagana, guiada por el demonio? Digamos como los Santos: “¡Morir, antes que pecar!”, y tratemos de cumplirlo y de hacerlo cumplir por las personas que tenemos a cargo o sobre las que podemos influir, porque si no frenamos y tratamos de reparar tantos pecados que se cometen en el mundo, entonces la ruina no se hará esperar sobre los hombres.
Gravedad. Para ver la gravedad del pecado, basta mirar la cruz de Cristo, lo que le ha costado al Señor redimirnos de él. Porque hay que saber que el demonio hace de todo para presentarnos el pecado como algo inofensivo, e incluso bueno para ejercer la propia libertad, y de esa manera nos va llevando a vivir en pecado mortal, a no confesarlo más, y así él puede tener influencia sobre nuestras vidas y las vidas de quienes amamos, y si seguimos así, terminaremos en el abismo infernal. Por eso un paso importante en nuestra vida espiritual es reconocer la tremenda gravedad del pecado, que fue la causa de la Muerte del Hijo de Dios, y ver también que todos los males que vemos en el mundo vienen como consecuencia de los pecados. Lo que sucede es que como las realidades espirituales no las vemos ni las tocamos, nos parecen que no existen, y eso es lo que intenta inculcar el demonio en nosotros, para tenernos todavía atrapados en sus redes. Hay que reconocer que el pecado es el mal más grande que hay, que ha “obligado” al mismo Dios a encarnarse y a morir cruelmente, con un sufrimiento infinito, para salvar a los hombres. Si pensáramos que cada vez que pecamos mortalmente estamos crucificando nuevamente a Jesús, tal vez tendríamos más precaución y evitaríamos pecar. Pero para no pecar, hace falta tener voluntad de no pecar, y sobre todo, tener también la ayuda de la gracia, que Dios no niega a ninguno, siempre y cuando se la pida por medio de la oración y la recepción de los sacramentos y sacramentales. Pensemos que un solo pecado mortal nos condena a un Infierno eterno. Esto también nos ayuda a entender lo grave que debe ser el pecado, si nos condena a una pena eterna. La gran desgracia de la humanidad es haber perdido la noción del pecado, porque quien no se siente pecador, no puede abrir la puerta de su corazón a la misericordia de Dios y a su perdón, y así es pasto para el Infierno.
Por un pecado. Por un pecado mortal merecemos una eternidad de tormentos, y por un pecado venial, quizás tengamos que padecer siglos en el Purgatorio. Con ello nos damos cuenta de la tremenda realidad del pecado, que es el mal más grande, y en definitiva es el único mal y del cual brotan todas las desgracias y males que el hombre padece sobre la tierra y más allá de ella. Un alma que se condena es mayor mal que todas las desgracias y calamidades de todos los mundos, porque no acertamos a imaginar qué significa que un alma y un cuerpo estén para siempre entre tormentos atroces, no entendemos ese “para siempre”. Por eso todo lo que hagamos para evitar nosotros el pecado, incluso el más leve, y lo que hagamos también para que otros lo eviten, será una gran obra de amor y de misericordia, pues todos los males y desgracias vienen al mundo por causa de los pecados. Si viéramos a un alma en estado de pecado mortal, quedaríamos tan aterrorizados que no podríamos seguir viviendo, sino que moriríamos del susto. ¡Y nosotros cometemos el pecado con tanta facilidad, y por una satisfacción pasajera, entregamos nuestra alma en manos de Satanás, y nos hacemos merecedores del Infierno eterno! Debemos tomar más conciencia de lo que es el pecado, para no cometerlo, y para ayudar a que otros hermanos nuestros lo eviten.
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