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ORACIONES PARA CONSAGRARSE A MARÍA

Hay varias oraciones que podemos decir para consagrarnos al Inmaculado Corazón de María. Elijamos alguna para rezarla el día de nuestra consagración a María, que conviene que sea un día de fiesta mariana, por ejemplo, Inmaculada Concepción, Virgen Niña, Anunciación, Asunción, primer sábado de mes y muchas otras que hay en el calendario. Y luego es conveniente que la recemos todos los días para renovar nuestra consagración.

Podemos elegir una de estas cuatro oraciones:

MARÍA DEL ROSARIO DE SAN NICOLÁS, ARGENTINA

“¡Oh Madre! Quiero Consagrarme a Ti.
Virgen María hoy Consagro mi vida a Ti.
Siento necesidad constante de tu presencia en mi vida,
para que me protejas, me guíes y me consueles.
Sé que en Ti mi alma encontrará reposo
y la angustia en mí no entrará,
mi derrota se convertirá en victoria,
mi fatiga en Ti fortaleza es. Amén”.
 

MOVIMIENTO SACERDOTAL MARIANO

Para los laicos:

Virgen de Fátima, Madre de Misericordia, Reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores, nosotros, adhiriéndonos al Movimiento Mariano, nos consagramos de un modo especialísimo a Tu Corazón Inmaculado.

Con este acto de consagración queremos vivir Contigo y por medio de Ti, todos los compromisos asumidos con nuestra consagración bautismal; nos comprometemos a realizar en nosotros aquella conversión interior, tan requerida por el Evangelio, que nos libre de todo apego a nosotros mismos y a los fáciles compromisos con el mundo, para estar, como Tú,  sólo disponibles para hacer siempre la Voluntad del Padre.

Y mientras queremos confiarte, Madre dulcísima y misericordiosa, nuestra existencia y vocación cristiana, para que Tú dispongas de ellas para Tus designios de salvación en esta hora decisiva que pesa sobre el mundo, nos comprometemos a vivirla según Tus deseos, en particular por lo que se refiere a un renovado espíritu de oración y de penitencia, a la participación fervorosa en la celebración de la Eucaristía y al apostolado, al rezo diario del Santo Rosario y a un austero modo de vida, conforme al Evangelio, que sea un buen ejemplo para todos en la observancia de la Ley de Dios, en el ejercicio de las virtudes cristianas, especialmente de la pureza.

Te prometemos también estar unidos al Santo Padre, a la Jerarquía y a nuestros Sacerdotes, para oponer así una barrera al proceso de contestación al Magisterio, que amenaza los fundamentos mismos de la Iglesia.

Bajo Tu protección queremos también ser los apóstoles de esta hoy tan necesaria unidad de oración y de amor al Papa sobre el cual invocamos de Ti una especial protección.

Finalmente, te prometemos llevar a las almas con las cuales entremos en contacto, en cuanto nos sea posible, a una renovada devoción hacia Ti.

Conscientes de que el ateísmo ha hecho naufragar en la fe a un gran número de fieles, de que la desacralización ha entrado en el Templo Santo de Dios, de que el mal y el pecado se propagan cada vez más en el mundo, nos atrevemos a levantar, confiados, los ojos a Ti, Madre de Jesús y Madre nuestra misericordiosa y poderosa, y también hoy, invocar y esperar de Ti la salvación para todos tus hijos. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! 

Y para los Sacerdotes es la siguiente oración:

Virgen de Fátima. Madre de Misericordia, Reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores. Nosotros miembros del Movimiento Sacerdotal Mariano llamados a formar el ejército de tus sacerdotes, hoy nos consagramos de un modo especialísimo a tu Corazón Inmaculado.

Con este acto de consagración queremos vivir Contigo y por medio de Ti todos los compromisos asumidos con nuestra consagración bautismal y sacerdotal. Nos comprometemos también a realizar en nosotros aquella conversión interior que nos libre de todo apego humano a nosotros mismos, a hacer carrera, a las comodidades, a los fáciles compromisos con el mundo, para estar, como Tú, dispuestos a cumplir sólo la Voluntad del Señor.

Y mientras queremos confiarte. Madre Dulcísima y Misericordiosa, nuestro Sacerdocio, para que Tú dispongas de él para tus designios de salvación en esta hora decisiva que pesa sobre el mundo, nos comprometemos a vivirlos según tus deseos; en particular, en cuanto se refiere a un renovado espíritu de oración y de penitencia, a la celebración fervorosa de la Sagrada Eucaristía y de la Liturgia de las Horas, al rezo diario del Santo Rosario, al ofrecimiento a Ti de la Santa Misa el primer sábado de cada mes, y a un religioso y austero modo de vida, que sirva a todos de buen ejemplo.

Te prometemos, también la máxima fidelidad al Evangelio, del cual seremos siempre anunciadores íntegros y valientes, si fuese necesario hasta el derramamiento de nuestra sangre y fidelidad a la Iglesia, para cuyo servicio hemos sido consagrados.

Sobre todo queremos estar unidos al Santo Padre y a la Jerarquía con la firme adhesión a todas sus directrices, para oponer así una barrera al proceso de oposición al Magisterio que amenaza los fundamentos mismos de la Iglesia.

Bajo tu maternal protección queremos ser también los apóstoles de esta, hoy tan necesaria, unidad de oración y de amor al Papa, para quien te suplicamos una especial protección.

Finalmente, te prometemos conducir a los fieles encomendados a nuestro ministerio, a una renovada devoción hacia Ti.

Conscientes de que el ateísmo ha hecho naufragar en la fe a un gran número de fieles, que la desacralización ha entrado en el templo santo de Dios, sin exceptuar siquiera a muchos hermanos nuestros sacerdotes, que el mal y el pecado invaden cada vez más el mundo, nos atrevemos a levantar, confiados, los ojos a Ti, Madre de Jesús y Madre nuestra misericordiosa y poderosa, e invocar también hoy y esperar de Ti la salvación para todos tus hijos. ¡Oh. clemente. oh piadosa, oh dulce Virgen María!.

SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT

CONSAGRACIÓN de sí mismo a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, por las manos de María

 

¡Sabiduría eterna y encarnada!

¡Amabilísimo y adorable Jesús,

verdadero Dios y verdadero hombre,

Hijo único del Eterno Padre

y de María siempre Virgen!

 

Te adoro profundamente

en el seno y en los esplendores de tu Padre,

durante la eternidad,

y en el seno virginal de María,

tu dignísima Madre,

en el tiempo de tu encarnación.

 

Te doy gracias de que te has anonadado,

tomando la forma de un esclavo,

para sacarme de la cruel esclavitud del demonio.

 

Te alabo y te glorifico

porque has tenido la bondad

de someterte en todo a María,

tu Santa Madre,

con el fin de hacerme, por medio de Ella,

un fiel esclavo.

 

Pero, desgraciadamente,

¡ingrato e infiel como soy!,

no he observado los votos y las promesas

que con tanta solemnidad

te he hecho en mi Bautismo:

no he cumplido con mis obligaciones.

 

No merezco llamarme hijo tuyo, ni tu esclavo;

y, como no hay nadie en mí

que no merezca tus rechazos y tu cólera,

ya no me atrevo a acercarme por mí mismo

a tu santa y augusta Majestad.

 

Por eso he recurrido a la intercesión

y a la misericordia de tu Santísima Madre,

que me has dado como Medianera para contigo;

y es por medio de Ella que espero obtener de Ti

la contrición y el perdón de mis pecados,

la adquisición y la conservación de la Sabiduría.

 

Te saludo, pues, ¡María Inmaculada!,

vivo tabernáculo de la divinidad,

escondida en el cual, la eterna Sabiduría,

quiere ser adorada por los Ángeles

y por los hombres.

 

Te saludo, ¡Reina del Cielo y de la tierra!,

a cuyo imperio todo está sometido,

todo lo que está por debajo de Dios.

 

Te saludo, ¡seguro Refugio de los pecadores!,

cuya misericordia no faltó a nadie.

Escucha los deseos que tengo

de la divina Sabiduría,

y recibe para eso los votos y los dones

que mi bajeza te presenta.

 

Yo...

infiel pecador,

renuevo y ratifico hoy en tus manos

los votos de mi Bautismo:

renuncio para siempre a Satanás,

a sus seducciones y a sus obras,

y me doy enteramente a Jesucristo,

la Sabiduría encarnada,

para llevar mi cruz tras Él

todos los días de mi vida,

y para que yo le sea más fiel

de como lo he sido hasta ahora.

 

Te escojo hoy,

en presencia de toda la Corte celestial,

como Madre y Señora mía.

 

Te entrego y consagro, en calidad de esclavo,

mi cuerpo y mi alma,

mis bienes interiores y exteriores,

y el valor mismo de mis buenas acciones

pasadas, presentes y futuras,

dejándote un entero y pleno derecho

de disponer de mí y de todo lo que me pertenece,

sin excepción, según tu agrado,

a la mayor gloria de Dios

en el tiempo y en la eternidad.

 

Recibe, ¡Virgen bondadosa!,

esta pequeña ofrenda de mi esclavitud,

en honor y en unión con la sumisión

que la eterna Sabiduría

gustosamente quiso observar

para con tu maternidad;

en homenaje al dominio que ustedes, los dos,

tienen sobre este pequeño gusano

y miserable pecador;

y en acción de gracias por los privilegios

con los que la Santísima Trinidad

te ha favorecido.

 

Proclamo que desde ahora

quiero, como verdadero esclavo tuyo,

procurar tu honor y obedecerte en todo.

 

¡Madre admirable!, preséntame

a tu querido Hijo,

en calidad de eterno esclavo,

para que Él, que por Ti me rescató,

por Ti me reciba.

 

¡Madre de misericordia!, hazme la gracia

de obtener la verdadera sabiduría de Dios

y de colocarme, para eso,

en el número de las personas

a las que amas, instruyes, guías,

alimentas y proteges

como a hijos y esclavos tuyos.

 

¡Virgen fiel!, vuélveme en todo

un perfecto discípulo, imitador y esclavo

de la Sabiduría encarnada,

Jesucristo, Hijo tuyo,

tanto que por tu intercesión y con tu ejemplo

yo llegue a la plenitud de su edad en la tierra

y de su gloria en los Cielos. Amén.

 

Lugar .............................................................

 

Fecha .............................................................

 

Firma .............................................................

 

Firma de un testigo .......................................

 

 

 

 

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