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El Secreto de María(San Luis María Grignion de Montfort)Introducción
1) Aquí tienes, alma predestinada, un secreto que me ha enseñado el Altísimo, y que en ningún libro antiguo ni moderno he podido encontrar. Voy a confiártelo con la gracia del Espíritu Santo; pero con estas condiciones:
2) No te dejes llevar de ese deseo precipitado y
natural de conocer la verdad, di primero devotamente, de rodillas, el Ave Maris
Stella y el Veni Creador Spiritus, para pedir a Dios la gracia de entender y
saborear este misterio divino.
Primera Parte Necesidad de una verdadera devoción a María
I. La gracia de Dios es absolutamente necesaria.
3) Lo que de ti quiere Dios, alma que eres su imagen
viva, comprada con la sangre de Jesucristo, es que llegues a ser santa, como Él,
en esta vida, y glorificada, como Él, en la otra.
4) Y tú, alma, ¿cómo lo conseguirás? ¿Qué medios vas a escoger para levantarte a la perfección a que Dios te llama? Los medios de salvación y santificación son de todos conocidos; señalados están en el Evangelio, explicados por los maestros de la vida espiritual, practicados por los santos. Todo el que quiera salvarse y llegar a ser perfecto necesita humildad de corazón, oración continua, mortificación universal, abandono en la Divina Providencia y conformidad con la voluntad de Dios.
5) Para poner en práctica todos estos medios de salvación y santificación, nadie duda que la gracia de Dios es absolutamente necesaria y que, más o menos, a todos se da. Más o menos digo, porque Dios, a pesar de ser infinitamente bueno, no da a todos el mismo grado de gracia, aunque da a cada uno la suficiente. El alma fiel con mucha gracia hace grandes cosas, y con poca gracia, pequeñas. Lo que valora y hace subir de quilates nuestras acciones es la gracia dada por Dios y seguida por el alma. Estos principios son incontestables.
II. Para hallar la gracia de Dios hay que hallar a María.
6) Todo se reduce, pues, a hallar un medio fácil con que consigamos de Dios la gracia necesaria para ser santos, y éste es el que te voy a enseñar. Digo, pues, que para hallar esta gracia de Dios hay que hallar a María.
Porque:
8) 2) Ella es la que al Autor de toda gracia dio el ser y la vida, y por eso se la llama Mater gratiae, Madre de la gracia.
9) 3) Dios Padre, de quien todo don perfecto y toda gracia desciende como fuente esencial, dándole al Hijo, le dio todas las gracias; de suerte, que, como dice San Bernardo, se le ha dado en él y con él la voluntad de Dios.
10) 4) Dios la ha escogido por tesorera, administradora y dispensadora de todas las gracias, de suerte que todas las gracias y dones pasan por sus manos y conforme al poder que ha recibido (según San Bernardino) reparte Ella a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere, las gracias del Eterno Padre, las virtudes de Jesucristo y los dones del Espíritu Santo.
11) 5) Así como en el orden de la naturaleza es necesario que tenga el niño padre y madre, así en el orden de la gracia es necesario que el verdadero hijo de la Iglesia tenga por Padre a Dios y a María por Madre; y el que se jacte de tener a Dios por padre, sin la ternura de verdadero hijo para con María, engañador es, que no tiene más padre que el demonio.
12) 6) Puesto que María ha formado la Cabeza de los predestinados, Jesucristo, tócale a ella el formar los miembros de esa Cabeza, los verdaderos cristianos: que no forman las madres cabezas sin miembros, ni miembros sin cabeza. Quien quiera, pues, ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de verdad, debe formarse en María, mediante la gracia de Jesucristo, que en ella plenamente reside, para de lleno comunicarse a los verdaderos miembros de Jesucristo, que son verdaderos hijos de María.
13) 7) El Espíritu Santo, que se desposó con María, y en Ella, por Ella y de Ella, produjo su obra maestra, el Verbo encarnado Jesucristo, como jamás la ha repudiado, continúa produciendo todos los días en Ella y por Ella a los predestinados, por verdadero aunque misterioso modo.
14) 8) María ha recibido de Dios particular dominio sobre las almas, para alimentarlas y hacerlas crecer en Él. Aun llega a decir San Agustín que en este mundo los predestinados todos están encerrados en el seno de María, y que no salen a la luz hasta que esta buena Madre les conduce a la vida eterna. Por consiguiente, así como el niño saca todo su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, así los predestinados sacan todo su alimento espiritual y toda su fuerza de María.
15) 9) María es a quien ha dicho el Padre: "in Jacob inhabita", hija mía, mora en Jacob, es decir, en mis predestinados, figurados por Jacob; María es a quien ha dicho el Hijo: "in Israel haereditare", hereda en Israel, madre querida, es decir, en los predestinados; María es, al fin, a quien ha dicho el Espíritu Santo: "in electis meis mitte radices", arraiga fiel esposa, en mis elegidos. Quienquiera, pues, que sea elegido o predestinado, tiene a María por moradora de su casa, es decir, de su alma y la deja echar raíces de humildad profunda, de caridad ardiente y de todas las virtudes.
16) Molde viviente de Dios, forma Dei, llama San
Agustín a María y, en efecto, lo es. Quiero decir que en ella sola se formó Dios
hombre, al natural, sin que rasgo alguno de divinidad le faltara; y en ella sola
también puede formarse el hombre en Dios, al natural, en cuanto es capaz de ello
la naturaleza humana, con la gracia de Jesucristo.
17) El gran molde de Dios, hecho por el Espíritu Santo, para formar al natural un Hombre-Dios, por la unión hipostática, y para formar un hombre-Dios por la gracia, es María. Ni un solo rasgo de divinidad falta en este molde; cualquiera que se meta en él y se deje manejar, recibe allí todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios; y esto de manera suave y proporcionada a la debilidad humana, sin grandes trabajos ni agonías; de manera segura y sin miedo de ilusiones, puesto que el demonio no tuvo ni tendrá jamás entrada en María, santa e inmaculada, sin la menor mancilla de culpa.
18) ¡Oh alma querida, cuánto va del alma formada en Jesucristo, por los medios ordinarios de la que, como los escultores, se fía de su pericia, y se apoya en su industria, al alma bien tratable, bien desligada, bien fundida, que sin estribar en sí, se mete dentro de María y se deja manejar allí por la acción del Espíritu Santo! ¡Cuántas tachas, cuántos defectos, cuántas tinieblas, cuántas ilusiones, cuánto de natural y humano hay en la primera! Y la segunda, ¡cuán pura es y divina y semejante a Jesucristo!
19) No hay ni habrá jamás criatura, sin exceptuar
bienaventurados, ni querubines, ni serafines de los más altos en el mismo cielo,
en que Dios sea más grande que en la divina María.
20) Feliz y mil veces feliz es en la tierra el alma a quien el Espíritu Santo revela el secreto de María para que lo conozca, a quien abre este huerto cerrado, para que en él entre, y esta fuente sellada para que de ella saque el agua viva de la gracia y beba en larga vena de su corriente. Esta alma hallará a Dios sólo, sin las criaturas, en esta amabilísima criatura, a Dios, a la vez, infinitamente santo y sublime, e infinitamente condescendiente y al alcance de nuestra debilidad. Puesto que en todas partes está Dios, en todas, hasta en los infiernos, se le puede hallar: pero no hay sitio en que la criatura encontrarle pueda tan cerca y tan al alcance de su debilidad como en María, pues para eso bajó a ella. En todas partes es el Pan de los fuertes y de los ángeles, pero en María es el Pan de los niños.
21) Nadie, pues, se imagine, como algunos falsos
iluminados, que María, por ser criatura, es impedimento para la unión con el
Creador. No es ya María quien vive, es Jesucristo sólo, es Dios sólo quien vive
en ella. La transformación de María en Dios excede a la de San Pablo y otros
santos más que el cielo se levanta sobre la tierra.
22) Y no es que esté exento de sufrimientos y cruces el que ha encontrado a María mediante la verdadera devoción: lejos de eso, más que a ningún otro le asaltan, porque María, que es la madre de los vivientes, da a sus hijos los trozos del Árbol de la Vida, que es la cruz de Jesucristo; mas al repartirles buenas cruces, les da gracias para llevarlas con paciencia y aun con alegría (de suerte que las cruces que da Ella a los suyos son cruces de dulce, almibaradas más bien que amargas); o si por algún tiempo gustas la amargura del cáliz, que necesariamente han de beber los amigos de Dios, la consolación y gozo que esta buena Madre hace suceder a la tristeza, les alienta infinito para llevar otras cruces, aun más amargas y pesadas.
III. Una verdadera devoción a María es indispensable.
23) La dificultad está, pues, en saber hallar de veras a la divina María, para dar con la abundancia de todas las gracias. Dueño absoluto, Dios puede por sí mismo comunicar lo que ordinariamente no comunica sino por medio de María; y negar que alguna vez así lo haga, sería temerario; pero según el orden establecido por la Divina Sabiduría, como dice Santo Tomás, no se comunica Dios ordinariamente a los hombres, en el orden de la gracia, sino por María. Para subir y unirse a Él, preciso es valerse del mismo medio de que Él se valió para descender a nosotros, para hacerse hombre y para comunicarnos sus gracias; y ese medio es una verdadera devoción a la Santísima Virgen.
Segunda Parte En qué consiste la verdadera devoción a María
I. Varias verdaderas devociones a la Santísima Virgen.
24) Hay varias verdaderas devociones a la Virgen Santísima: no hablo aquí de las falsas.
25) Consiste la primera en cumplir con los deberes de cristiano, evitando el pecado mortal, obrando más por amor que por temor, rogando de tiempo en tiempo a la Santísima Virgen y honrándola como Madre de Dios, sin ninguna otra especial devoción para con ella.
26) La segunda tiene para la Virgen más altos sentimientos de estima, amor, veneración y confianza; induce a entrar en las cofradías del santo Rosario y del Escapulario, a rezar la corona o el santo Rosario, a honrar las imágenes y altares de María, a publicar sus alabanzas, a alistarse en sus congregaciones. Y esta devoción, al excluir de nuestra vida el pecado, es buena, santa y laudable; pero no es tan perfecta ni tan capaz de apartar a las almas de las criaturas y desprenderlas de sí mismas a fin de unirlas a Jesucristo.
27) La tercera devoción a la Santísima Virgen, de muy pocas personas conocida y practicada, es, almas predestinadas, la que os voy a descubrir.
II. La devoción perfecta a María.
1) En qué consiste.
28) Consiste en darse todo entero, como esclavo, a
María y a Jesús por Ella; y en hacer todas las cosas con María, en María, por
María y para María.
29) Hay que escoger un día señalado para entregarse,
consagrarse y sacrificarse; y esto ha de ser voluntariamente y por amor, sin
encogimiento, por entero y sin reserva alguna; cuerpo y alma, bienes exteriores
y fortuna, como casa, familia, rentas; bienes interiores del alma, a saber: sus
méritos, gracias, virtudes y satisfacciones.
30) A disposición suya se deja todo el valor satisfactorio e impetratorio de las buenas obras; así que, después de la oblación que de ellas se ha hecho, aunque sin voto alguno, de nada de cuanto bueno hace es ya uno dueño; la Virgen Santísima puede aplicarlo; ya a un alma del purgatorio para aliviarla o libertarla, ya a un pobre pecador para convertirle.
31) También nuestros méritos los ponemos con esta
devoción en manos de la Virgen Santísima; pero es para que nos los guarde,
aumente y embellezca; puesto que ni los méritos de la gracia santificante, ni
los de la gloria podemos unos a otros comunicarnos.
32) He dicho que consiste esta devoción en entregarse
a María en calidad de esclavo; y es de notar que hay tres clases de esclavitud.
33) Notad además que de criado a esclavo hay mucha
diferencia. El criado pide paga por sus servicios; el esclavo, no. El criado
está libre para dejar a su señor cuando quiera, y no le sirve sino a plazos, el
esclavo no puede dejarle, pues se le ha entregado para siempre. El criado no da
a su señor derecho de vida y muerte sobre su persona; el esclavo se le entrega
por completo, de suerte que su señor puede hacerle morir sin que la justicia le
inquiete.
34) ¡Feliz y mil veces feliz el alma generosa que se consagra a Jesús por María, como esclava de amor, después de haber sacudido en el bautismo la esclavitud tiránica del demonio!
2) Excelencia de esta práctica.
35) Muchas luces necesitaría yo para describir
perfectamente la excelencia de esta práctica; sólo de corrida tocaré algunos
puntos.
36) 2) Ir de este modo a Jesús por María es verdaderamente honrar a Jesucristo, pues es dar a entender que por razón de nuestros pecados, no somos dignos de acercarnos directamente ni por nosotros mismos a su infinita santidad, y que nos hace falta María, su Santísima Madre, para que sea nuestra abogada y mediadora con nuestro mediador que es Él. Esto es al mismo tiempo acercarnos a Él como medianero y hermano nuestro y humillarnos ante Él, como ante nuestro Dios y nuestro juez; es, en una palabra, practicar la humildad, que arrebata siempre el corazón de Dios.
37) 3) Consagrarse así a Jesús por María es poner en
manos de María nuestras buenas acciones, que, aunque parezcan buenas, están
muchas veces manchadas y son indignas de que las mire y las acepte Dios, ante
quien no son puras las estrellas.
38) ¡Ay, buen Señor! ¡qué poca cosa es todo cuánto hacemos! Pero pongámoslo, con esta devoción, en manos de María. Una vez que del todo nos hayamos dado a ella, en cuanto darnos podamos, despojándonos en su honor de todo, Ella, infinitamente más generosa, por un huevo dará un buey; Ella se comunicará del todo a nosotros, con sus méritos y virtudes; Ella colocará nuestros presentes en la bandeja de oro de su caridad; Ella, como Rebeca a Jacob, nos revestirá de los hermosos vestidos de su primogénito y unigénito Jesucristo, es decir, de sus méritos, que a la disposición de Ella están; y así, como esclavos y domésticos suyos, después de habernos despojado de todo para honrarla, tendremos dobles vestidos (omnes domestici ejus vestiti sunt duplicibus); trajes, galas, perfumes, méritos y virtudes de Jesús y de María, en el alma del esclavo de Jesús y de María, despojado de sí mismo y fiel en vivir su consagración.
39) 4) Entregarse así a la Santísima Virgen, es ejercitar en el más alto grado posible la caridad con el prójimo; puesto que es dar a María lo que más apreciamos para que de ello disponga, según su voluntad, en favor de vivos y difuntos.
40) 5) Esta es la devoción con que se ponen en seguro las gracias, méritos y virtudes, haciendo depositaria de ellos a María y diciéndola: "Toma, querida dueña mía: he aquí lo que con la gracia de tu querido Hijo he hecho de bueno; por mi debilidad e inconstancia, por el gran número y malicia de mis enemigos, que día y noche me acometen, no soy capaz de guardarlo. ¡Ay!, que todos los días estamos viendo caer en el lodo los cedros del Líbano, y venir a parar en aves nocturnas las águilas que se levantan hasta el sol! Así mil justos caen a mi izquierda y a mi diestra diez mil; pero Tú, mi poderosa y más que poderosa Princesa, tenme que no caiga; guarda todos mis bienes, que no me los roben; te confío en depósito todos mis bienes; Depositum custodi. - Scio cui credidi. Bien sé quién eres; por eso me confío por completo a Ti. Tú eres fiel a Dios y a los hombres y no permitirás que perezca nada de cuanto a Ti se confía; eres poderosa y nadie podrá dañarte, ni arrebatarte de entre las manos lo que tienes. Ipsam sequens non devias; ipsam rogans non desperas; ipsam cogitans non erras; ipsa tenente, non corruis; ipsa protegente, non metuis; ipsa duce, non fatigaris; ipsa propitia, pervenis (San Bernardo, Inter flores, cap. 135), y en otra parte: Detinet Filium ne percutiat; detinet diabolum ne noceat; detinet virtutes ne fugiant; detinet merita ne pereant; detinet gratiam, ne effluat. Estas son palabras de San Bernardo, que en sustancia expresan todo lo que acabo de decir. Aunque no hubiera otro motivo para excitarme a esta devoción, sino el ser medio seguro para conservar y aumentar en mí la gracia de Dios, debía yo abrasarme de entusiasmo por ella.
41) Esta devoción torna el alma verdaderamente libre, con la libertad de los hijos de Dios. Ya que por amor a María se reduce uno a la esclavitud, esta querida Señora le ensancha y dilata en recompensa el corazón, y le hace marchar a pasos de gigante por el camino de los mandamientos de Dios. Ahuyenta el disgusto, la tristeza y el escrúpulo. Esta fue la devoción que el Señor enseñó a la madre Inés de Jesús, como medio seguro para salir de grandes penas y perplejidades en que se hallaba "Hazte esclava de mi Madre", le dijo. Hízolo así, y al momento sus penas cesaron.
42) Para autorizar esta devoción convendría contar aquí las bulas e indulgencias de los Papas, los decretos de los Obispos en favor suyo, las cofradías establecidas en su honor, el ejemplo de muchos santos y grandes personajes que la han practicado; pero todo esto lo paso en silencio.
3) Su fórmula interior y espíritu.
43) He dicho, además, que esta devoción consiste en hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María.
44) No basta entregarse por esclavo a María una vez
sola; ni aun es bastante hacerlo todos los meses o todas las semanas. Devoción
harto pasajera sería ésa, que no elevaría el alma a la perfección a que, si bien
se practica, la puede levantar. No es muy difícil alistarse en una cofradía, ni
aun abrazar esta devoción y rezar diariamente algunas oraciones prescritas; lo
difícil es entrar en el espíritu de ella, que es hacer que el alma en su
interior dependa y sea esclava de la Santísima Virgen y de Jesús por Ella.
Obrar con María. 45) 1) La práctica esencial de esta devoción consiste en hacer todas las acciones con María; es decir, tomar a la Virgen Santísima por modelo acabado en todo lo que se ha de hacer.
46) Por eso antes de hacer cualquier cosa hay que desnudarse de sí mismo y de sus mejores modos de ver; hay que anonadarse delante de Dios, como quien de su cosecha es incapaz de todo bien sobrenatural y de toda acción útil para la vida eterna; hay que recurrir a la Virgen Santísima y unirse a sus intenciones, aunque no se conozcan; hay que unirse por María a las intenciones de Jesucristo, es decir, ponerse en manos de la Virgen Santísima como instrumento, para que Ella obre en nosotros, y haga de nosotros lo que bien le parezca, para gloria de su hijo Jesucristo, para gloria del Padre: de suerte que no haya vida interior, ni operación del espíritu que de ella no dependa.
Obrar en María.
Obrar por María.
Obrar para María.
50) Guárdate bien, alma predestinada, de creer que lo más perfecto es ir todo derecho a Jesús, todo derecho a Dios; tu obra, tu intención poco valdrá; pero yendo por María será la obra no tuya, sino de María en ti, y será por consiguiente, muy levantada y muy digna de Dios.
51) Guárdate bien, además, de hacerte violencia para sentir y gustar lo que dices y haces; dilo y hazlo todo con la fe que María tuvo en la tierra, y que con el tiempo Ella te comunicará. Deja a tu Soberana, pobre esclavillo, la vista clara de Dios, los transportes, los gozos, los placeres, las riquezas, y no tomes para ti más que la fe pura, llena de disgusto, de distracciones, de fastidio, de sequedad. Di: Amén, así sea, a cuanto hace María, mi Reina, en el cielo; para mí es lo mejor que puedo hacer ahora.
52) Tampoco te atormentes, si no gozas tan pronto de la dulce presencia de la Santísima Virgen. No es para todos esta gracia. Y cuando por su gran misericordia favorece Dios con ella, muy fácilmente el alma la pierde, si no es fiel en recogerse con frecuencia. Si tal desgracia te ocurriese, vuélvete dulcemente a tu Soberana y pídele perdón.
4) Efectos maravillosos que produce en un alma fiel.
53) Infinitamente más de lo que aquí te digo, te enseñará la experiencia y tantas riquezas y gracias hallarás en la práctica si eres fiel en lo poco que aquí te enseño, que te quedarás sorprendido y con el alma llena de júbilo.
54) Trabajemos, pues, alma querida, y hagamos de manera que por la fiel práctica de esta devoción, el alma de María esté en nosotros para engrandecer al Señor, el espíritu de María esté en nosotros para regocijarse en Dios su Salvador. Palabras son éstas de San Ambrosio: Sit in singulis anima Mariae ut magnificet Dominum, sit in singulis spiritus Mariae ut exultet in Deo. No creas que haya mayor gloria y felicidad en morar en el seno de Abrahán, que se llama paraíso, que en el seno de María, en el que el Señor ha puesto su trono. Son palabras del sabio Abad Guerrico: Ne credideris majoris esse felicitatis habitare in sinu Abrahae, qui vocatur Paradisus, quam in sinu Mariae in quo Dominus thronum suum posuit.
55) Infinidad de efectos produce en el alma esta devoción fielmente practicada; pero el principal es hacer que de tal modo viva María en un alma de la tierra, que no sea ya más el alma quien vive, sino María en ella; porque, por decirlo así, el alma de María viene a ser su alma. Pues cuando por una gracia inefable, pero verdadera, la divina María es Reina del alma, ¿qué maravillas no hace en ella? Como es Ella la obradora de las grandes maravillas, sobre todo dentro de los corazones, trabaja allá, a escondidas del alma misma: que si se diera cuenta de esas obras echaría a perder su hermosura.
56) Como Ella es dondequiera la Virgen fecunda, en todas las almas en que vive hace brotar la pureza de corazón y de cuerpo, la pureza de intenciones y designios y la fecundidad de buenas obras. No creas, alma querida, que María, la más fecunda de todas las criaturas, la que llegó hasta el punto de producir un Dios, permanezca ociosa en un alma fiel. Ella sin cesar hará vivir el alma en Jesucristo y hará vivir a Jesucristo en el alma. Filioli mei, quos iterum parturio donec formetur Christus in vobis (Gál 4,19). Si, como lo fue al nacer en el mundo, es Jesucristo fruto de María en cada una de las almas; sin duda que en aquellas donde Ella habita es singularmente Jesucristo fruto y obra maestra suya.
57) En fin, que para estas almas María viene a serlo todo junto a Jesucristo. Ella esclarece su espíritu con su fe pura. Ella profundiza su corazón con su humildad. Ella con su caridad le acrecienta y le abrasa. Ella le purifica con su pureza. Ella le ennoblece y ensancha con su maternidad. Pero, ¿adónde voy a parar? No hay modo de enseñar, sino se experimentan, estas maravillas de María, maravillas increíbles a las gentes sabias y orgullosas, y aun al común de los devotos y devotas.
58) Así como por María, vino Dios al mundo la vez primera en humildad y anonadamiento, ¿no podría también decirse que por María vendrá la segunda vez, como toda la Iglesia le espera, para reinar en todas partes y juzgar a los vivos y a los muertos? ¿Cómo y cuándo?, ¿quién lo sabe? Pero yo bien sé que Dios, cuyos pensamientos se apartan de los nuestros más que el cielo de la tierra, vendrá en el tiempo y en el modo menos esperado de los hombres, aun de los más sabios y entendidos en la Escritura Santa, que está en este punto muy oscura.
59) Pero todavía debe creerse que al fin de los tiempos, y tal vez más pronto de lo que se piensa, suscitará Dios grandes hombres llenos del Espíritu Santo y del espíritu de María por los cuales esta Divina Soberana hará grandes maravillas en la tierra para destruir en ella el pecado y establecer el reinado de Jesucristo su Hijo sobre el corrompido mundo; y por medio de esta devoción a la Santísima Virgen, que no hago más que descubrir a grandes rasgos, empequeñeciéndola con mi miseria, estos santos personajes saldrán con todo.
5) Prácticas exteriores.
60) Además de la práctica interior de esta devoción, que acabo de describir, hay otras exteriores, que no se deben omitir ni despreciar.
Consagración y renovación.
Ofrenda de un tributo a la Santísima Virgen.
Celebrar especialmente la fiesta de la Anunciación.
Rezar la Coronilla de la Santísima Virgen y el Magnificat.
Llevar la cadenilla.
Oraciones Oraciones a Jesús y a María
Oración a Jesús
66) Dejadme, amabilísimo Jesús mío, que me dirija a
Vos, para atestiguaros mi reconocimiento por la merced que me habéis hecho con
la devoción de la esclavitud, dándome a vuestra Santísima Madre para que sea
Ella mi abogada delante de vuestra Majestad, y en mi grandísima miseria mi
universal suplemento. ¡Ay, Señor! tan miserable soy, que sin esta buena Madre,
infaliblemente me hubiera perdido. Sí, que a mí me hace falta María, delante de
Vos y en todas partes; me hace falta para calmar vuestra justa cólera, pues
tanto os he ofendido y todos los días os ofendo; me hace falta para detener los
eternos y merecidos castigos con que vuestra justicia me amenaza, para miraros,
para hablaros, para pediros, para acercarme a Vos y para daros gusto; me hace
falta para salvar mi alma y la de otros; me hace falta, en una palabra, para
hacer siempre vuestra voluntad, buscar en todo vuestra mayor gloria.
67) ¡Oh, Espíritu Santo! Concededme todas las gracias, plantad, regad y cultivad en mi alma el Árbol de la Vida verdadero, que es la amabilísima María, para que crezca y florezca y dé con abundancia el fruto de vida. ¡Oh, Espíritu Santo! Dadme mucha devoción y mucha afición a María, vuestra divina Esposa; que me apoye mucho en su seno maternal y recurra de continuo a su misericordia, para que en ella forméis dentro de mí a Jesucristo, al natural, grande y poderoso, hasta la plenitud de su edad perfecta. Amén.
Oración a María
68) Salve, María, amadísima Hija del Eterno Padre;
salve, María, Madre admirable del Hijo; salve, María, fidelísima Esposa del
Espíritu Santo; salve, María, mi amada Madre, mi amable Señora, mi poderosa
Soberana; salve, mi gozo, mi gloria, mi corazón y mi alma. Vos sois toda mía por
misericordia, y yo soy todo vuestro por justicia. Pero todavía no lo soy
bastante. De nuevo me entrego a Vos todo entero en calidad de eterno esclavo,
sin reservar nada ni para mí, ni para otros.
69) No pido visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni
contentos, ni aun espirituales. Para Vos el ver claro, sin tinieblas; para Vos
el gustar por entero sin amargura; para Vos el triunfar gloriosa a la diestra de
vuestro Hijo, sin humillación; para Vos el mandar a los ángeles, hombres y
demonios, con poder absoluto, sin resistencia, y el disponer en fin, sin reserva
alguna de todos los bienes de Dios.
Conclusión
Cultivo y
crecimiento del Árbol de la Vida
1) La Santa Esclavitud de amor. El Árbol de la Vida.
70) Alma predestinada, ¿has comprendido por obra del
Espíritu Santo lo que acabo de decirte? Entonces da gracias a Dios; que es un
secreto que casi todo el mundo ignora. Si has hallado el tesoro escondido en el
campo de María, la perla preciosa del Evangelio, tienes que venderlo todo para
comprarla; tienes que hacer el sacrificio de ti mismo en manos de María y
perderte dichosamente en Ella para hallar allí a Dios sólo.
2) Manera de cultivarle.
He aquí la manera de cultivarle:
72) 2) El alma, donde este árbol se ha plantado, ha de estar, como buen jardinero, sin cesar ocupada en guardarle y mirarle. Porque este árbol que es vivo y debe producir frutos de vida, quiere que se le cultive y haga crecer con el continuo mirar o contemplación del alma. Y éste es el efecto del alma perfecta, pensar en esto continuamente, de modo que sea ésta su principal ocupación.
73) Hay que arrancar y cortar las espinas y cardos, que con el tiempo pudieran ahogar este árbol e impedir que diera fruto: es decir, que hay que ser fiel en cortar y tronchar, con la mortificación y violencia a sí mismo, todos los placeres inútiles y vanas ocupaciones con las criaturas; en otros términos: crucificar la carne, guardar silencio y mortificar los sentidos.
74) 3) Hay que tener cuidado de que las orugas no le dañen. Estas orugas que comen las hojas verdes y destruyen las hermosas esperanzas de fruto que el árbol daba, son el amor propio y el amor de las comodidades: porque el amor de sí mismo y el amor de María no se pueden en manera alguna conciliar.
75) 4) No hay que dejar que las bestias se acerquen a él. Estas bestias son los pecados, que, con sólo su contacto, podrían matar el Árbol de la Vida. Ni siquiera hay que permitir que lo alcancen con su aliento, es decir, los pecados veniales, que son siempre muy peligrosos si no les damos importancia.
76) 5) Hay que regar continuamente este árbol divino, con la Comunión, la Misa y otras oraciones públicas y privadas, sin lo cual dejaría de dar fruto.
77) 6) No hay que acongojarse si el viento le agita y sacude, porque es necesario que el viento de las tentaciones sople para derribarle, y que las nieves y heladas le rodeen para perderle; es decir, que esta devoción a la Santísima Virgen, necesariamente ha de ser acometida y contradicha; pero con tal que se persevere en cultivarla nada hay que temer.
3) Su fruto duradero: Jesucristo.
78) Si así cultivas tu Árbol de la Vida,
recientemente plantado en ti por el Espíritu Santo, yo te aseguro, alma
predestinada, que en poco tiempo crecerá tan alto, que las aves del cielo harán
morada en él y vendrá a ser tan perfecto que dará a su tiempo el fruto de honor
y de gracia, es decir, el amable y adorable Jesús, que siempre ha sido y siempre
será el único fruto de María. Qui tenet, teneat.
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