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Bienaventuranzas

Escuchar la Palabra de Dios y practicarla

Dios: Fuente de felicidad y de todo bien

Cielo: Felicidad eterna

Aceptar la voluntad de Dios

Estar contento

Confiar en Dios

Creer
Amar
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Rezar

No pensar en el pasado
No temer al futuro
Vivir el momento presente
Hacer cada cosa en su momento

Satanás: fuente de infelicidad y de todo mal

¿Qué dicen los Santos?

Escuchar la Palabra de Dios y practicarla

Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: "¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!". Jesús le respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican". (Lc 11, 27-28)

No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el reino de los cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande. (Mt 7, 21. 24-27)

La Sagrada Escritura promete toda clase de felicidad a quien cumple los Mandamientos, y toda clase de desgracias a quien no los cumple.

Y aunque a veces en el mundo pareciera que esto es al revés, pues muchos malvados e incumplidores de la Ley, les van bien las cosas, y en cambio a los buenos a veces les salen las cosas mal y tienen muchas desgracias; es necesario que levantemos un poco la mirada y entendamos que el camino de los malvados terminará mal, aunque por el momento todo les sonría. En cambio el justo, el hombre obediente cantará victoria, como bien dice la Escritura.

Por supuesto que el tratar de observar los Mandamientos y las enseñanzas de Jesús nos acarreará las envidias y celos del enemigo, que intentará, como lo hizo también con el santo Job, de que seamos infieles a Dios, de que nos rebelemos a lo que Dios dispone en nuestra vida.

Pero la felicidad de cumplir la voluntad de Dios, la felicidad de saber que uno obra bien, y que a pesar de los avatares de la vida, de los sinsabores, de las penas y pruebas, uno sigue siendo fiel a Dios, esa felicidad nadie nos la puede quitar.

La felicidad de dormir con la conciencia tranquila, por obrar siempre bien, nadie nos la puede quitar.

Es la misma felicidad que tuvo Jesús en la cruz, cuando dijo: "Todo está cumplido". Ojalá nosotros podamos decir, al fin de nuestros días algo semejante, porque entonces habremos cumplido bien nuestra misión en la tierra y, habiendo sido todo lo felices que se puede ser en este destierro, alcanzaremos para siempre la Felicidad sin fin del Paraíso.

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